Pero me llamó la atención un dato que se repite y que es común a toda la última camada de “biopics”: la presencia casi central de las adicciones. El tema aparece en Johnny and June. Y está presente en Ray, por acordarme sólo de algunos ejemplos.
Algunas ideas que esto me dispara: el tratamiento de las adicciones (sobre todo en el caso de figuras “históricas”, “clásicas”, como Piaf o Ray Charles) construyen una lectura –en algún punto- “revisionista” de esos íconos. Nuestros padres difícilmente hayan oído hablar alguna vez de la Piaf dándose con morfina. Las condiciones de producción de sentido simplemente no permitieron hablar (durante largos años) de esas cosas. Pero ahora el estrato histórico es otro, y al parecer, hasta parece obligatorio hablar de ello.
¿Qué es lo que resaltan de los artistas, estas lecturas?
Para los públicos más jóvenes, hablar de “drogas” en caso de artistas viejos puede suponer un acercamiento entre aquel mundo lejano y la cultura rock del reviente. Culturas, ambas, que hasta no hace mucho tiempo atrás eran presentadas como separadas, hasta como “antagónicas”.
Pero debe haber otro sustrato debajo de estas consideraciones. La avidez por el impacto, en alguna medida. El afán de presentar cierta versión “fidedigna” de los hechos (sano en algún punto, dudoso artísticamente también), por otro.
Y también está esa saturación de sentido tan de nuestra vida actual ¿no? El querer decirlo todo y experimentarlo todo. Junto con los derechos del consumidor a llevarse un espectáculo satisfactorio y rendidor, donde todo está abarcado y queda poco margen para lo implícito y lo sutil.
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