viernes, 28 de noviembre de 2008

Primeras impresiones: lo nuevo de Metallica y de Axl


Después de 14 años de espera, finalmente se editó "Chinese democracy". Lo primero que escucho acá es un barroqusimo auditivo que tiende a cansar. Y- al menos en una primera escucha- falta de buenos temas. ¿Estarán escondidos debajo de toda la parafernalia orquestal?


"Chinese..." no es un disco de rock industrial, al estilo NIN, tal cual se había prometido. Es un disco de un rock bastante pomposo, que habla desde un oscuro mundo propio (hay que reconocer que Axl, a partir de los "Use your illusion" logró construir esa imagen de artista con su propia "visión", sus "demonios" y demás). Sonoramente, si bien no se escucha "atemporal", tampoco remite a un momento actual. No es nuevo: no suena a "hoy", pero tampoco tiene una data espacio temporal precisa.

Si bien Guns mantuvo el nombre, nada está más lejos de la idea de "banda" que este disco. Y eso duele un poco. Pensar que alguna vez fuero una gran banda de rock pesado, Slashes y Duffs e Izzies mediante. Las guitarras ahora suenan a "clínica de rock", a músicos sesionistas. Muy cerca del laboratorio, bastante lejos de la transpiración.

Son 14 temas en más de 70 minutos, creo. Demasiado largo ¡Ya no se hacen discos así, Axl! El disco va recorriendo estilos: arranca rocker y con algunos buenos riffs, y pronto se va a mid tempos algo más interesantes. Pero a la altura del tema 6 (Catcher ´n the rye) se ahoga en su propio peso, en su lava pesada.

Pero de todos modos, está bueno escuchar qué tiene para decir despues de tanto tiempo un artista como Axl. Guns ´n Roses fue una muy buena banda de rock, acrecentada por la nostalgia y por el vacío que dejaron vacante las mediocres bandas pesadas que surgieron después de ellos. Es en ese contexto que vale la pena escuchar "Chinese democracy", supongo. Para ver cómo Rose revalida (si es que lo logra) sus pergaminos.

Lo nuevo de Metallica, en primera escucha, me gustó. Y mucho. A diferencia del disco de Guns, "Death magnetic" suena suelto, free. Esto puede sonar paradójido en una música de fuerte carga estructural, de formas. Pero de todos modos, lo que suena libre y desprejuiciado es el aproach, el feeling. La batería de Ulrich, por ejemplo, nunca satura. Suena potente y precisa como siempre, pero respeta un sonido orgánico que logra hacer volar los temas.

Parece un lugar obvio decirlo así, pero pareciera que los Metallica se cansaron de los discursos, de los prejuicios de sus fans, de todo, y decidieron volver a hacer lo que mejor saben: excelente música pesada.

No soy especialista en Metallica, aunque siempre me parecieron una tremenda banda de rock. No se a que suena el disco (supongo que a algo entre "Master of puppets" y "And justice for all") pero me gusta mucho. Dinámicas, partes, riffs demoledores y una nueva concentración en el espectro blacksabbathiano. El lugar del que nunca se tendrían que haber ido.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Cine: "I´m not there" (Todd Haynes, 2007)

Me alquilé "I´m not there", de Todd Haynes (Superstar, Velvet Goldmine).

Una astuta película, que logra esquivar con indudable elegancia e interesantísimos toques arty los casi siempre recalcitrantes lugares comunes de las biopics sobre músicos de rock y aledaños. Esas con la compulsión de dejar un "mensaje", o un "sentido", un "cierre" a las distintas versiones y opiniones sobre esa celebridad, jugándose por una u otra.

"I´m not there" hace otra cosa, en este caso con Dylan. Termina agrandando el mito de tanto ocultar sus lugares fáciles. De tanto cagarse en las "versiones oficiales". Nada es "oficial" acá. La película agranda el mito por un extraño mecanismo de deconstrucción de influencias- fantasmales, muchas de ellas- a través del tiempo. Una película sobre las partículas que esparce Dylan, desde antes de él, hasta él y después de él.

Un universo donde todos hablan el mismo idioma aún sin conocerse entre sí. Un modo de ser "Dylan" en el mundo, tal vez.

Otra cosa. La película de Haynes habla mucho de Bob sin mostrar a Bob, a no ser por esa sutil imagen final, ya yéndose el último de los 135 minutos de film, con el Dylan "verdadero" tocando su armónica, en un escenario a oscuras. Cuando tiene que ocuparse de él, aparece un Dylan interpretado por una magistal Cate Blanchett. Qué bueno eso: un Dylan- mujer, eternamente empastillado, sexy, pasado de anfetaminas, siempre a tiro con su lengua hiper venenosa.

La peli se ríe, por cierto, de los dylanianos. De los fans "duros". Se ríe de las "biografías oficiales".

Otros dylans que flotan en la peli: un niño negro que se hace llamar Woody Wuthrie; un cantante de protesta incomprendido por su público (interpretado por Chris Bale), un actor de moda incomprendido por su pareja, Billy the Kid. Todos ellos, dylanianos antes de dylan, o con dylan, es lo mismo.

Hay una escena antológica de Bob con unos Beatles empastillados.

Y me gustó el soundtrack, los temas que Haynes eligió. Me gustó a mí que no soy ni ahí un fan de Dylan. Es más, elijo sus canciones con estrictísimo cuentagotas.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cosecha 08

TV on the radio, Dear Science (DGC/ Interscope, 2008)

Los newyorkers de TVOTR siguen siendo una de las bandas mas interesantes de estos años de hiperinformación. En "Dear science" parecen haber encontrado un punto de fuga hacia un lugar más luminoso, menos tortuoso e intrincado y más volcado a la apertura rítmica funk que siempre destilaron. Soul posmoderno y post-dance.

Sin embargo, a poco de empezar a recorrer el álbum, se echan en falta ese par de canciones que quitaban el aliento, como en su segundo disco, "Return to cookie mountain".

Lo que es interesante en TVOTR es la fórmula (esa cosa dark-funkera electrificada e hipnótica). Pero la fórmula, sin temas, a veces se cae por su propio peso. "Dear science" es un disco correcto, que se las agrega para pasear por ritmos y climas, pero que no agrega demasiado a lo que el grupo mostró hasta acá.


Quiet village, Silent movie (K7, 2008)

Si hay un disco "ecléctico", ese es "Silent Movie". Arranca como easy listening ambiental ("Victoria´s secret") y sigue como funk de un spaghetti western imaginario, craneado por un Ennio Morricone electrificado ("Circus of horrors"). A la altura de "To high to move" (track 4) la cosa se pone realmente encantadora, con un pulso mid tempo flotante y mucho background soulero detrás. Este es el mejor momento del disco.

Pero el recorrido de citas (ese peligroso "eclecticismo" que mencionamos mas arriba) da su primer paso en falso con "Pacific rhythm", un incomprensible reggae que parece sacado del peor Morcheeba. ¡Qué lastima, el disco navegaba tan lindo! En la segunda mitad, SM retoma por pasajes cuasi atmosféricos (cita casi textualmente y sin demasiada gracia al "Pyramide" de Alan Parsons) y se va ahogando en cierta intrascendencia chill out (que palabra vieja!) en la que parece perderse.
* Quiet Village es el proyecto de Matt Edwards (Radio Slave) y Joel Martin. Remixaron, entre otros, a Gorillaz.


Matmos, Supreme balloon (Matador Records, 2008)

El nuevo disco de Matmos es un extraño experimento de sintetizadores, a través de un devenir verdaderamente peculiar. El trip se va desdibujando de forma encantadora a medida que deja minutos de música detrás. Terminamos en un lugar bastante alejado de donde comenzamos el trayecto. Y eso está buenísimo.

Son apenas unos 44 minutos de una música -al menos en su primera mitad- difícil de atrapar. Lo abstracto de lo abstracto. La música de Matmos, aquí, no remite a nada. No tiene punto paisajístico, no habla de nada del mundo conocido.

En el comienzo ("Rainbow flag") yo escucho cita a The Residents. Una música alocada en plan "dadaísmo abstracto". "Polychords" levanta con pulso bailable (bah, bailable en Matmos es mirarse al espejo con cara de dormido y mover los hombros, la cabeza, intentar un break-dance roto y mal articulado).

En "Mister mouth" y "Exciter lamp" (tracks 3-4, el pico abstracto del álbum y el colmo de los jueguitos electrónicos a los que juega Matmos) la música parece surgir de cosas rotas, cables en corto, osciladores que se volvieron locos. Una verdadera mini sinfonía del desastre post-post industrial. ¡Lo que ningún cineasta todavía se animó a mostrar! Uno mira los parlantes, las paredes...¿hay algo roto? ¿el sistema se volvió loco?

"Les Folies Francaises" es algo así como música de corte del siglo XVIII hundida en cromo. A partir de acá, el disco entra en otro terreno, que va a explorar largo y tendido en el experimento kraftwerkiano (vía "Autobahn") de 24 minutos que es "Supreme balloon" (track 7). Amplio relax, ahora sí, paisajístico. El álbum cierra con la reposada y soñadora "Cloudhopper".

jueves, 6 de noviembre de 2008

Locura

Sábado a la noche, reunión informal con amigos, en casa. "Para escuchar música".

En un momento, de "escuchar", y sin solución de continuidad (¿se dice así?) pasamos a "bailar". Insisto, no hubo un quiebre. Fue un continuo, un mismo movimiento que se transformó. Nadie se tuvo que "animar", nadie tuvo que "insisitir" (siempre odié a esos que en las fiestas te gritan "¡dale amargo!" y te tironean de la remera).

Bailamos con vinilos (¡que snobs!).

Pero lo que quería contar es una comparación que me surgió en el momento mismo de entregarme (yo también) al baile. Pusimos viejos discos de Virus y (mas) nuevos discos de Babasónicos. ¿Y saben qué? Sentí que los de Virus eran infinitamente superiores para hacernos entregar al arrebato, a la fiebre (términos tan pero tan Moura) del baile.

La música de Virus...cómo decirlo...es -en sus mejores momentos- un ritmo corporal, físico, que se deja bailar. No tiene complejos. No teoriza. Nos acaricia mientras bailamos, para hacernos olvidar del cuerpo inclusive.

En la pista, por así decirlo, le ganó por muchos, muchísimos cuerpos, a esa otra música que todo el tiempo, desde la teoría, pregona valores que rara vez logra alcanzar.

Si, Virus fluía. Daban ganas de bailar, toda la noche.

Te prometo una cita ideal/ adorando la vitalidad.

Cine: "in Bruges" (Martin McDonagh)

Mi amigo Fede me recomendó ver esta peli. Yo no tenía ni idea. Encima, el titulo en castellano no prometía mucho que digamos. Pero fui. Y me gustó.

Una peli rara. Trabaja sobre un inverosímil que choca con el drama y por momentos lo hace saltar en pedazos. Te interpela (¿esto es una joda? esto está pasando en serio?).

Sentido del humor para despertarte un poco. Un humor británico, en el fondo. Cáustico. Algo al estilo Guy Ritchie, tal vez, cruzado con esos diálogos pavotes con apariencia de perfecta lógica en si misma, marca Tarantino. Pero la peli logra escapar a esos lugares comunes del cine post Quentin. No tiene un soundtrack apabullante, por ejemplo. Apenas música clásica, de fondo, que contrarresta el absurdo y le da ese toque de belleza rara junto con una impresionante fotografía.

La belleza es la de la ciudad. ¡Vamos a Brujas! fue el comentario al otro día de verla, con los amigos. Porque en el medio de todo ese absurdo hay una ciudad bellísima. La muestra de todas las formas posibles: de día, de noche, con niebla, con sol, nevando.

"In Bruges" es como si estuvieras viendo una peli de acción que no es. O un drama que no es. Que nunca llega a ser. Pero te reís. Bah, yo me reí bastante en el cine. Nadie se reía.

Bien Collin Farrel. Una especie de simio-hooligan irlandés que odia la cosa medieval de Brujas y lo único que quiere es ir al pub. Lo que al principio parece una sobreactuación cargosa, termina haciendo sentido. "In Bruges" tiene algo de rockera, en el fondo. De no me importa. De dejarse llevar.

Algo para ver. No es poco.