Quizá lo definitivo sea decir que nunca va a escucharse nada igual a esa voz de aquí a los finales de la historia del rock. Que nunca existirá un lugar más celeste -y celestial- que esos tres discos que Nick grabó entre 1969 y 1972.
Y otra idea. La música de Drake nos hace ser mejores personas. Como la literatura de Proust, o de Flaubert. Mejores, simplemente. Mas sensibles al mundo, mas reflexivos. Menos hirientes y egoístas.
Solo quedan cinco hojas (Five leaves left)
Hay un movimiento como de síntesis en su obra. Esa síntesis que hacen todos los grandes artistas hacia el final. “Pink Moon” son apenas 27, 28 minutos de una voz y una guitarra. Algún piano, quizás, suelto por allí. Y nada más. Pero son 28 minutos de una belleza de otro planeta (cuando llega el otoño suelo inaugurarlo -feliz de saber que voy a salir a caminar pisando hojas amarillas- escuchando esa seguidilla de canciones iniciales del disco: Pink Moon, Place to be, Road).
“Northern sky” no es una canción de este mundo. Definitivamente no. ¿Que vamos a decir? ¿Que lugar común vamos a utilizar? ¿Qué cuando suena esta canción el tiempo y el espacio parecen “flotar”, o "detenerse"? Bueno, al carajo si usamos lugares comunes porque sí, es eso lo que pasa con esa canción. No hay otras palabras para usar.
Más alto que Nick Drake no hay nada. Ni más diáfano, ni inviolable. Nunca nada ni nadie podrá destruirlo ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario