En un imaginario top five de bandas subvaluadas por la Historia Oficial del Rock, los Love and Rockets ocuparían un lugar destacado. Y es que muy pocas veces se habla de ellos con los laureles que se merecen, más allá de citarlos apenas como "los ex Bauhaus" (dicho sea de paso, una banda infinitamente menos interesante) o reduciéndolos a un grupo más de la generación dark. Uno de esos casos donde las etiquetas asfixian lo que hay dentro del envase.
Si bien la discografía del grupo de Daniel Ash, David J. y Kevin Haskins mantiene un gran nivel, dos álbumes destacan sobre el resto: Earth, sun, moon, de 1987, y el homónimo Love and Rockets, de 1989. Ambas, piezas de un art rock superior. Nunca superadas y únicas en su especie.
Earth, sun, moon (Beggars Banquet/ Big Time, 1987) podría definirse por su obsesión de combinar las texturas de lo acústico y lo eléctrico, en una performance que -se vuelque por una u otra densidad- nunca deja de mostrar ese filo caracterísico del grupo.
Varias enseñanzas, en primer lugar, "ideológicas": el valor de la experimentacíón, sobre todo, pero también la sabiduría implícita en el hecho de poder deshojar la música hasta exhibirla sin complejos, bajo formas imaginativas e intimistas. Algo valorable en una banda siempre identificada con el volumen y el uso maximalista de la distorsión.
"Mirror people" es 100% Love and Rockets con su feedback- motosierra y sus sorprendentes arreglos y cortes. "The light" es pura lava corrosiva: uno de esos temas para reventar woofers e ir subiendo el volumen con cada compás, in crescendo hasta el éxtasis eléctrico.
Varias enseñanzas, en primer lugar, "ideológicas": el valor de la experimentacíón, sobre todo, pero también la sabiduría implícita en el hecho de poder deshojar la música hasta exhibirla sin complejos, bajo formas imaginativas e intimistas. Algo valorable en una banda siempre identificada con el volumen y el uso maximalista de la distorsión.
"Mirror people" es 100% Love and Rockets con su feedback- motosierra y sus sorprendentes arreglos y cortes. "The light" es pura lava corrosiva: uno de esos temas para reventar woofers e ir subiendo el volumen con cada compás, in crescendo hasta el éxtasis eléctrico.
"Welcome tomorrow" engaña: amaga con ser juguetona y simplota pero termina mostrando sus dientes con la entrada del bajo y la distorsión. En esa idea hay ingenio del bueno. Termina con una coda atmosférica y ambiental, en otra parte, muy lejos del comienzo.
"No new tale to tell" es de esos temas con cierto cierre "pop" de los Love and Rockets: un tema con una línea muy simple de estribillo, recordable, donde el grupo hace todo bien: arreglos y resolución incluídos.
Otro tándem de algo vuelo -y decididamente orientado a experimentar con lo acústico- llega con "Waiting for the flood", tonta y maravillosamente épica. Otro momento de reposada belleza llega con "Rainbird", uno de los puntos altos del disco. Aquí toda la magia está en los arreglos de la canción: mandolinas, bajos, soniditos aquí y allá. Un tema de inspiración rural, campestre, trabajado hasta el último detalle pero que sin embargo nunca pierde la frescura.
Sobre el final, "The telephone is empty" es envolvente y repetitiva, como un mantra aplicado en reversas, mientras que "Youth" es otra canción para tararear, una reflexión sobre la juventud, sobre querer todo y sobre la posibilidad de perderlo todo en el intento.
"No new tale to tell" es de esos temas con cierto cierre "pop" de los Love and Rockets: un tema con una línea muy simple de estribillo, recordable, donde el grupo hace todo bien: arreglos y resolución incluídos.
Otro tándem de algo vuelo -y decididamente orientado a experimentar con lo acústico- llega con "Waiting for the flood", tonta y maravillosamente épica. Otro momento de reposada belleza llega con "Rainbird", uno de los puntos altos del disco. Aquí toda la magia está en los arreglos de la canción: mandolinas, bajos, soniditos aquí y allá. Un tema de inspiración rural, campestre, trabajado hasta el último detalle pero que sin embargo nunca pierde la frescura.
Sobre el final, "The telephone is empty" es envolvente y repetitiva, como un mantra aplicado en reversas, mientras que "Youth" es otra canción para tararear, una reflexión sobre la juventud, sobre querer todo y sobre la posibilidad de perderlo todo en el intento.
Love and Rockets (Beggars Banquet/ RCA, 1989) es la obra maestra de los L & R y una fija en un Top 50 de grandes discos de siempre, in exagerar.
Si en "Earth, sun, moon" la obsesión eran las mixturas y combinaciones entre lo acústico y lo electrificado, aquí se trata de ver cómo combina cualquier forma de música (léase: noise, acústica, pop, reposada o adrenalítica) con el silencio y el “ambiente”.
Pasado por un registro de picos sonoros, "Love and Rockets" registra todo tipo de olas y “momentos”, desde la electricidad magmática más pura hasta pasajes netamente Ambient. En el medio, toda la magia que un gran grupo de rock es capaz de crear.
"*** (Jungle law)" abre el disco con un mantra chirriante y corrosivo, mientras que "No big deal" muestra el Love and Rockets más rocanrolero (en sus propios e inteligentes términos, claro). Aquí los ex Bauhaus muestran la que tal vez sea una de sus influencias mas notorias: The Cramps. Mucho feedback y base primal, al rescate de los pilares del rockandroll.
A continuación, todo el audio queda como suspendido con "The purest blue", un Ambient amenazado, nada relajado, ya que luego de un corte abrupto llega "Motorcycle", un tema para levantar el volumen y conducir a alta velocidad bajo efectos de descarga eléctrica masiva. "I feel speed" funciona como coda, envolvente y mántrica, al tema anterior, desembocando en un mar de ruido blanco.
Un nuevo comienzo (las bondades de la diagramación de las obras en formato LP) llega con "Bound for hell", sabiamente ubicada como arranque del lado 2. Aquí los Love and Rockets son más Cramps que nunca, rockeando en un tempo de blues, con muchísimo feedback y sin bajo. Hay armónica, voz megafoneada y una perversión casi total del género. Un monumento a la electricidad acumulada por repetición.
Para descansar un poco los oídos de tanta descarga llega "The teardrop collector", uno de los highlights de este gran álbum. Una pieza acústica, con voces dobladas y chasquidos para llevar el ritmo. La resolución del tema, luego de un par de estrofas, es sencillamente genial: las guitarras se sueltan y Daniel Ash teje un solo far-west, casi eniomorriconiano, que va llevando el tema hacia su final. Como pudieron llegar a esto, no lo puedo entender.
Luego de un momento más "terrenal" con el hit "So alive" cualquier disco mediocre se hubiera quedado -hace rato- sin más recursos. Pero a éste todavía le quedan dos grandes momentos: "Rock and roll Babylon" es un experimento acústico de cámara sencillamente encantador, donde los L&V demuestran que pueden componer una canción hecha y derecha..
Para el final- final queda (todavía!) uno de nuestros momentos favoritos del álbum: la climática "No words no more". Todavía me estremezco cuando escucho esos silbidos hacia el final del tema, que dan pie a ese largo final con fade out, hasta desvanecerse. Too much.
Pasado por un registro de picos sonoros, "Love and Rockets" registra todo tipo de olas y “momentos”, desde la electricidad magmática más pura hasta pasajes netamente Ambient. En el medio, toda la magia que un gran grupo de rock es capaz de crear.
"*** (Jungle law)" abre el disco con un mantra chirriante y corrosivo, mientras que "No big deal" muestra el Love and Rockets más rocanrolero (en sus propios e inteligentes términos, claro). Aquí los ex Bauhaus muestran la que tal vez sea una de sus influencias mas notorias: The Cramps. Mucho feedback y base primal, al rescate de los pilares del rockandroll.
A continuación, todo el audio queda como suspendido con "The purest blue", un Ambient amenazado, nada relajado, ya que luego de un corte abrupto llega "Motorcycle", un tema para levantar el volumen y conducir a alta velocidad bajo efectos de descarga eléctrica masiva. "I feel speed" funciona como coda, envolvente y mántrica, al tema anterior, desembocando en un mar de ruido blanco.
Un nuevo comienzo (las bondades de la diagramación de las obras en formato LP) llega con "Bound for hell", sabiamente ubicada como arranque del lado 2. Aquí los Love and Rockets son más Cramps que nunca, rockeando en un tempo de blues, con muchísimo feedback y sin bajo. Hay armónica, voz megafoneada y una perversión casi total del género. Un monumento a la electricidad acumulada por repetición.
Para descansar un poco los oídos de tanta descarga llega "The teardrop collector", uno de los highlights de este gran álbum. Una pieza acústica, con voces dobladas y chasquidos para llevar el ritmo. La resolución del tema, luego de un par de estrofas, es sencillamente genial: las guitarras se sueltan y Daniel Ash teje un solo far-west, casi eniomorriconiano, que va llevando el tema hacia su final. Como pudieron llegar a esto, no lo puedo entender.
Luego de un momento más "terrenal" con el hit "So alive" cualquier disco mediocre se hubiera quedado -hace rato- sin más recursos. Pero a éste todavía le quedan dos grandes momentos: "Rock and roll Babylon" es un experimento acústico de cámara sencillamente encantador, donde los L&V demuestran que pueden componer una canción hecha y derecha..
Para el final- final queda (todavía!) uno de nuestros momentos favoritos del álbum: la climática "No words no more". Todavía me estremezco cuando escucho esos silbidos hacia el final del tema, que dan pie a ese largo final con fade out, hasta desvanecerse. Too much.
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