Hay buenos y malos grupos. Grupos regulares, discretos o apenas aceptables. Los hay muy buenos, incluso. Pero hay unos pocos que no se parecen a nada de cuanto se haya hecho o grabado dentro del rock. A esa categoría selecta de bandas pertenecen los Tuxedomoon.
Formados en 1977 en San Francisco por los estudiantes de música electrónica Blaine Reininger y Steve Brown, Tuxedomoon presenta la fisonomía de un sofisticado combo arty de formaciones cambiantes y músicos que aparecen y desaparecen. La otra pata de su propuesta se apoya en la colaboración de artistas visuales, que desde el comienzo se sumaron al proyecto para enriquecerlo.
Algo particular
A pesar de ser inclasificables, intentemos al menos describirlos. Climas mayormente nocturnos, con orquestación de cámara (violines, cellos, cuerdas en general); mucha flotación y aires jazzeros (aunque no son jazz). Gran vocación por el cuelgue de contexto academicista, pero totalmente bastardo. Climas pesadillescos, voces maquinales y perturbadoras. Colores azulvioláceos. Música para telones y teatros. Aires netamente europeos.
¿Alcanza? Seguramente que no.
Un poco de historia (no mucho)
En 1978 los Tuxedomoon abrieron shows para DEVO y en 1979 ficharon para el sello de The Residents, Ralph Records. En 1981 (y con dos discos ya editados) se movieron a Rotterdam y de allí a Bruselas, tratando de colocar su sonido de influencias electrónicas en la escena europea. En 1985, tras la partida de Reininger, lograron su mayor "éxito" con el disco "Holy wars". Tras varios cambios de formación la banda permaneció inactiva durante gran parte de los 90´s, aunque técnicamente, nunca se separaron.
Hasta que en 2004 -y sin que muchos lo pronosticaran- volvieron al ruedo con esta maravilla sonora llamada "Cabin in the sky".
Un portentoso monumento sonoro
"Cabin the sky" es un disco sorprendente, que encuentra a este mítico grupo de más de 30 años de trayectoria en un inesperado estado de esplendor creativo. Portentosos. Llamativamente caudalosos en ideas, en energía y en avasallamiento de nuestras facultades para la sorpresa y el asombro.
Dos temas marcan el primer segmento. "A home away" exhibe la clásica construcción del grupo sobre un bajo y una música que flota en oleadas. En la segunda estrofa aparece una trompeta venenosa, en segundo plano. "Baron brown" nos transporta con sus aires de decadencia europea a través de una música única, pariente de los Bad Seeds, aunque más imaginativa e imprevisible. Y no tan explícitamente maldita (los Tuxedomoon tienen el encanto de la sutilidad).
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Como tercer tema llega el mejor momento del álbum, el instrumental "Annuncialto". Nuevamente esos bajos ondulantes, un piano, un wah wah serpenteante, trompetas, calamidades varias. Una invitación a paseos nocturnos sin rumbo, o a la simple contemplación de la noche a través de una ventana. A esta altura ya sabemos que esta música nos está llevando a un lugar en el que nunca estuvimos.
A continuación, la "dupla itálica": "Diairio di un egoista" trae sonidos industriales para ambientar las meditaciones (en italiano) de un dandy diletante. Un nuevo punto de partida para un álbum que a cada paso parece reinventarse, pero que en realidad sólo abre caminos laterales, sutiles desviaciones del tronco central. "La piu bella" comienza con un señor italiano cantando una canzonetta en plena calle, a lo que se suma luego la tenebrosa belleza de banda de salón de Tuxedomoon.
Un piano y unas guitarras de aires rycooderianos inician "Cagli five-O", otro de los instrumentales. A los 3 minutos entra un motivo de trompetas que eleva el tema hacia otro nivel. Aquí hay sofisticación y belleza libre de formulaciones.
Al clima circense de "Here 'til x-mas" le sigue el up tempo "Chinese mike", una extraña pieza entre lo industrial, el free jazz y la cacofonía total. En el último tramo, "The Island" roza el ambient y "Misty blue" clarifica el momento borroso con una invitación que cabalga en la propia música:
"come away with me/ into the misty blue/ we will find paradise/ a paradise for two/ where the waves kiss the shore/ and the dolphins play/ we can hide from the crowd/ down where the palm trees sway".
Se trata de uno de los momentos mas luminosos y juguetones del álbum; una nueva tonalidad cuando el disco ya comienza a despedirse. Para el final, unas guitarras saturadas de fuzz dan pie a "Luther blisset", con su ritmo cabalgado y sus coros pendencieros. Trompetas hollywoodenses y un clima general de soundtrack de una película que nunca vimos. Un nuevo y último momento fascinante de un álbum siempre abierto a la sorpresa.
2 comentarios:
me partió la cabeza. ya estaré incursionando mas profundamente en esta banda. Good Suggestion, MAN!!
Tremendos viste? A mi me sorprendio que este sea un disco tardio de ellos, con treinta años de carrera. Si te gustaron hay varios discos de ellos para chequear: The ghost sonata (mas relajado), Holy Wars, y un doble en vivo que no me acuerdo el nombre (creo que Ten Years in One night, o algo asi). Bye dude!
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