jueves, 24 de abril de 2008

Pensar el rock hoy (00´s)

1.-
Estamos en una época de novedades tecnológicas, aunque no necesariamente de grandes avances dentro de la cultura rock, o los géneros rock. Las novedades provienen de los soportes, de los medios para almacenar música, por ejemplo, pero no necesariamente de los géneros ni de las fronteras musicales. Hace rato que esperamos los cambios, pero éstos no aparecen.

Lo que tenemos son representaciones de la novedad. Puestas en escena de cosas que se presentan como nuevas pero rara vez lo son.

La fuerza arrolladora de los cambios tecnológicos parece obligarnos a pensar "en moderno". Esto es: nos avergüenza quedarnos afuera, no saber, perdernos el nombre del último grupo que salió ¡¡esta semana!! Aunque los contenidos atrasen, padecemos la fiebre de tener que estar "al día". Porque los medios y la web tienen información, sí, todos los días. "¿Cuántas bandas revelación aparecen en un mes? ¿Cuántas quedaron atrás cuando prometían ser la gran- nueva -cosa?

2.-
Hay algunos atisbos de verdadera actualización: Hot Chip y Royksopp (ya parecen grupos viejos) presentan modelos como para llevar la electrónica hacia un nuevo lugar. Más los segundos que los primeros, diría. Luego hay algo que puede servir en The Klaxons: una nueva lectura, rota, fracturada, de la vibración rock. Más abajo de todo eso, está repleto de pequeños destellos de grupos interesantes, pero que no llegan a ocupar un lugar de verdadero cambio.

3.-
Concuerdo con Pablo Schanton en que hoy- como nunca- tenemos la posibilidad de hacer una verdadera revisión de la cultura rock, de su historia. Está todo ahí, en el programa que uses para descargar música y en tu curiosidad. Esa especie de "viaje hacia atrás" en la historia del rock tiene mucho de gesto político, de toma de posición: es aprovechar el momento para saber quiénes somos y de donde venimos. Pero sobre todo, para tomar en nuestras propias manos la historia de una Cultura y hacer con ella lo que querramos. Por primera vez, la narración la podemos rehacer nosotros mismos, con nuestro recorrido.

Ya nadie nos puede venir a "enseñar rock".

Demás está decir que se acabaron -de algún modo y mal que les pese a ellos mismos- los "periodistas especializados". ¡Se acabó el monopolio de la información en manos de unos pocos "iluminados"! ¿Qué es lo que no puedo opinar, lo que no puedo decir o ensayar sobre todos estos años de rock? Si tengo la info y tengo la curiosidad y me animo a ensayar...puedo escribir esto que estoy escribiendo y readecuar datos y fechas y mapas de influencias a mi antojo.

Tenemos los discos, tenemos internet, podemos leer, podemos investigar. ¡Al demonio con esos viejos periodistas patéticos que atrasan todo el tiempo hablando de lo que alguna vez fue el rock! El panorama, por completo, es excitante, en ese sentido.

4.-
Gracias a las posibilidades de internet pude cubrir millones de baches en mi formación musical. Descubrí infinidad de grupos; armé "series históricas" para entender mejor, y en el camino descubrí gemas que jamás se me hubieran ocurrido que existían. Y que los viejos "periodistas especializados" dudo que conocieran, tampoco, porque el rock es literalmente, inabarcable.

No se trata tanto de mirar hacia atrás porque no hay nada para ver en el presente. Pero sí de rebobinar para entender. Para armar la historia y recapitular hasta lo que pasa hoy.

martes, 22 de abril de 2008

Punk, 30 años después

Acabo de ver el documental de la BBC y VH1 sobre "Las 5 edades del rock". El capítulo de hoy se ocupó del punk, bajo el nombre de "Blank Generation". La primera idea que me disparó al terminar fue que, en verdad, lo mas interesante del punk fue su decisiva influencia ideológica sobre el camino que tomó el rock de allí en más. Ya nada volvería a ser igual (por suerte, en muchos sentidos) a partir de ese ataque tan certero a la fastuosidad sin sentido en que se había transformado el rock. El punk llegó para poner las cosas en su lugar, en algún punto. Para devolverle al rock su dimension de instantaneidad y cercanía (el "vos podes hacerlo" implicó una idelogía tan poderosa, tan llena de vitalidad, que aún sigue siendo importante y opera ocmo "divisoria de aguas" ideológica en la forma que entendemos (o no) la cultura rock.

Gran parte de la música que hoy y siempre me gustó sería impensable si no hubiera ocurrido aquel sismo alrededor del año 77. Una gran proporción de la música que me conmueve tiene -en mayor o menor medida- mucho que ver con aquella ideología donde "menos era más".

Post 77

Sin embargo, musicalmente hablando (y mirandolo a la distancia) el punk (o los grupos considerados "seminales") dejaron poquisima tela para cortar. El mejor Clash no es el de los primeros discos, sino el de London Calling o Sandinista. Los primeros álbumes hoy suenan algo toscos y forzados en su machaque. Como si se estuvieran esforzando para sonar "reales" y "comprometidos" (de paso, nunca me gustó el perfil políticamente correcto, en el fondo, de los Clash, ni sus letras supuestamente de izquierda). Por suerte (y en una clara actitud más de "cultura rock" que otra cosa) los Clash entendieron rápidamente que el rock es siempre otra cosa; que es movimiento, y decidieron no repetirse. Ahí se conviertieron en la gran banda que fueron luego.

No hay grandes discos de la explosión punk en sí. No hay demasiada buena música que sobreviva hoy día. Quizás porque en el fondo, la cultura rock no se trata de música. O no "solamente" de música. Puede ser un argumento válido.

Pero la idea de este post era hablar un poco de lo que dejó aquel momento. Y lo más interesante, para mí, en realidad, vino inmediatamente después del estallido inicial. Lo que le pasó al rock de allí en más, sobre todo entre finales de los 70 y comienzos de los 80 con el post punk. Esa generación (con Joy Division a la cabeza) entendió rápidamente que tenía que tomar las enseñanzas del punk para llevar al rock a un nuevo estado creativo. De otra manera, quedaría asfixiada por una música demasiado urgente y con mucho de gesto (el primer punk fue, básicamente, mucho de gesto, como corresponde a toda revolución cultural). The Clash (para seguir con el ejemplo) lo entendió mejor que nadie. En 1978-79, ya habían cambiado.

Personalmente, mi educación musical estuvo marcada por el pop de los 80, donde al poco tiempo me di cuenta de que en realidad, los que me atraían eran aquellos grupos mas "oscuros", mas retorcidos y emocionales como The Cure. Por entonces yo no sabía lo que había sido el punk, pero tiempo después sí lo supe, y pude entender de dónde venían todos esos fantásticos grupos del primer lustro de los 80 (Echo and the Bunnymen, Siouxsie, Bauhaus, Joy Division, etc.)

Por eso mis respetos hacia la cosa "punk" es indirecta. Se debe a la saludabilísima influencia que aquellos grupos seminales desparramaron en todos los que vinieron atrás. La generación post punk superó -esta es la hipótesis de este posteo- ampliamente a sus antecesores en materia musical. Pero no podrían haber existido sin el marco conceptual de aquellos, sin sus condiciones de existencia. Los segundos le agregaron psicodelia, garage, elementos de la electrónica y, sobre todo, capturaron mejor los decisivos aportes climático-armónicos de Television, que abrieron infinidad de posibilidades para la guitarra dentro del rock.

De ahí que se me ocurra pensar que una de las influencias más perdurable de aquellos años 76 y 77 provenga de un grupo "lateral" y no de los "números centrales" del punk.

miércoles, 16 de abril de 2008

Algo sobre Nick Drake

Ya hay mucho dicho y escrito sobre el joven, bello y muerto a los 26 años Nick Drake. Que era un joven depresivo. Que volvió desolado luego del fracaso a la casita de sus viejos. Que al lado de su lecho de suicida había un viejo tocadiscos con los conciertos brandenburgueses de Bach. Que sus discos no vendieron nada en vida, etc, etc. Pero a mí me parece que nunca es suficiente. O mejor dicho, que nadie pueda terminar de decir nunca lo definitivo sobre Drake.

¿Y qué es eso tan “definitivo”? Bueno, quizá tenga que ver con esa sensación casi metafísica que nos produce escuchar esa voz. Una voz que parece venir de otro lado (siempre me impactó la tapa del Fruit Tree: an introduction to Nick Drake: ese niño-andrajoso con aires de duende encantado...¿de donde viene? ¿Que es esa bruma que se ve detrás de él?).

Quizá lo definitivo sea decir que nunca va a escucharse nada igual a esa voz de aquí a los finales de la historia del rock. Que nunca existirá un lugar más celeste -y celestial- que esos tres discos que Nick grabó entre 1969 y 1972.

Que- esto sí lo leí una vez, lo dijo alguno de los R.E.M- cada vez que alguien pone un disco de Drake en algún lugar las personas que allí se encuentran se ven en la obligación de bajar la voz, o directamente, hacer silencio. Conozco pocos elogios mejores para una música: la capacidad para producir silencio a su alrededor. Ese pensamiento, en un mundo hipercontaminado de basura auditiva como el de hoy, me gusta cada vez más. Me gusta cada vez mas la idea de quedarme solo con los discos de Nick Drake, y ya.

Y otra idea. La música de Drake nos hace ser mejores personas. Como la literatura de Proust, o de Flaubert. Mejores, simplemente. Mas sensibles al mundo, mas reflexivos. Menos hirientes y egoístas.

Solo quedan cinco hojas (Five leaves left)

Hay un movimiento como de síntesis en su obra. Esa síntesis que hacen todos los grandes artistas hacia el final. “Pink Moon” son apenas 27, 28 minutos de una voz y una guitarra. Algún piano, quizás, suelto por allí. Y nada más. Pero son 28 minutos de una belleza de otro planeta (cuando llega el otoño suelo inaugurarlo -feliz de saber que voy a salir a caminar pisando hojas amarillas- escuchando esa seguidilla de canciones iniciales del disco: Pink Moon, Place to be, Road).

Northern sky” no es una canción de este mundo. Definitivamente no. ¿Que vamos a decir? ¿Que lugar común vamos a utilizar? ¿Qué cuando suena esta canción el tiempo y el espacio parecen “flotar”, o "detenerse"? Bueno, al carajo si usamos lugares comunes porque sí, es eso lo que pasa con esa canción. No hay otras palabras para usar.

Más alto que Nick Drake no hay nada. Ni más diáfano, ni inviolable. Nunca nada ni nadie podrá destruirlo ya.

Top Fives: discos para otoño


Belle and Sebastian, If you´re feeling sinister (Matador Records, 1996)

Un disco atemporal, es decir, de todos los otoños. Estas canciones exudan alegría de vivir, autentica alegria por el placer de hacer música. Hay muchas armonías, ritmos alocados, y sobre todo un trance que hace que nos quedemos siempre una canción más, escuchando. Me gusta la chica apesadumbrada de la tapa (¿a eso se referiría el título con eso de "sinister"?) con una edición de Kafka detrás.


Death Cab for Cutie, Plans (Atlantic, 2005)

Siempre dejo correr este disco de mid tempos que nunca me aburren. Algún amigo me dijo que para algunos críticos los DCFC son los Coldplay que no triunfaron. Hay momentos de gran belleza, de una quietud entre melancólica y ambarina. Y un gran tema pop: Soul meets body. Para poner y cantar y ponerlo otra vez.


John Martyn, Solid air (Island, 1973)
Me gusta su aire folkie, me gusta la voz de Martyn, su ambiente. Quizás sea el disco más redondo de John, en una carrera con varios buenos momentos. El tema que le da nombre al disco está dedicado a Nick Drake, y ya con eso solo, JM pasa a ser un amigo de la casa.


Felt, Crumbling the antiseptic beauty (Cherry Red UK, 1981)

Felt son esas guitarras, que llenan todo el audio. Son esos arpegios que producen algo a la altura del estómago, una sensación física de nostalgia. Un disco para poner y dejarlo correr en esas tardes de otoño después de almorzar.


Tim Buckley, Goodbye and hello (Elektra, 1967)
Este disco lo cierra "Morning Glory", una bonita canción de Tim que versionaron los This Mortal Coil. En ese tema todo parece flotar y el otoño entero cobra su sentido de reflexión, quietud y horas doradas. Es una canción extraña de un artista extraño, de difícil captura.