En la década del 60 el saxofonista avant garde Archie Shepp (Cecyl Taylor, John Coltrane) militó fervientemente en las causas de sus hermanos Afroamericanos. Una vez, ante la acusación de hacer música "violenta", él respondió con un lacónico "somos gente enojada".
Editado por Impulse! en 1972, Attica blues -para citar un ejemplo- tomó su nombre de los disturbios acaecidos en la cárcel de Attica, New York, en 1971.
Especie de desfile de géneros negros tocados por una Big Band versátil (chequear la interminable lista de músicos que grabaron en el lp) "Attica blues" sigue irradiando -a casi cuarenta años de editado- un extraño magnetismo producto de su eclecticismo controlado, coherente: una especie de suite nocturna que nos lleva por distintos momentos. Con la Ira transformada en Belleza.
¿Eclecticismo decíamos? Ahí está ese funk- Gospel crispado que es "Attica blues" (el tema) seguido de la balada orquestada "Steam", en la voz de Joe Lee Wilson.
"Blues For Brother George Jackson" (un clásico de Shepp dedicado al Black Panther asesinado en San Quentin) se monta a mitad de camino entre el funk y el jazz, en uno de los mejores momentos del set. Unos breves recitados (a cargo de William Kunstler) fechan el disco en aquellos años de luchas y reinvindicaciones, tendiendo un hilo entre los temas y dando una atmósfera de álbum "conceptual".
En el tramo final volvemos al vaivén nocturno con dos momentos bellísimos e inclasificables: "Ballad For A Child" y "Good-Bye Sweet Pops", sólo cercanos a los momentos siderales del Charles Mingus circa "The black saint and the sinner lady". "Quiet dawn" (cantada por Waheeda, la pequeña hijita del compositor Cal Massey) es la última joya de un disco único.
En el tramo final volvemos al vaivén nocturno con dos momentos bellísimos e inclasificables: "Ballad For A Child" y "Good-Bye Sweet Pops", sólo cercanos a los momentos siderales del Charles Mingus circa "The black saint and the sinner lady". "Quiet dawn" (cantada por Waheeda, la pequeña hijita del compositor Cal Massey) es la última joya de un disco único.
El soundtrack urbano de nuestras caóticas vidas posmodernas.
Bonus
Achie Shepp continuó experimentando este blend de jazz y R&B en el igualmente recomendado The cry of my people, también de 1972.
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