martes, 30 de abril de 2013

Vinilos, últimas compras

Black Power vol. 3 (Varios, EPIC)

Ya tenía  los dos primeros volumenes de esta serie dedicada al Funk goes Disco y ahora me hice del tercero. La cosa arranca flojita con los MFSB intentando una versión Funk de “Summertime” de la que, la verdad, no salen airosos. La cosa levanta con Billy Paul haciendo “People power”, un Disco Soul llevadero que te despierta una sonrisa y hasta puede que te haga ensayar algún que otro pasito de baile.

Luego viene un pasaje aceptable entre 100 Proof (“My place in the rock”) y otro Soul Disco meloso como para bailar en la terraza con Don Convay y “Travelling in heavy traffic”. ¡Contagioso! El lado cierra con las chicas de The Three Degrees haciendo un mid tempo con mucho wah wah y purpurina, “Long lost love”.

El lado 2 arranca bien funky-clásico con Labelle haciendo “Get you somebody new” (aunque me gusta más en castellano: Conseguite algo nuevo). El tema tiene suciedad, coros pendencieros de chicas y unos cortes con muchísimo Groove. Hasta acá, la joyita.

Enganchado, sigue una bien livianita y pasable de The Jacksons (“Enjoy yourself”, del primer lp del grupo para CBS, en 1976, luego de salirse de Motown).  Para el final, el compilado se guarda dos pesos pesados: los Isley  Brothers haciendo “People of today”, un funkazo sacado del disco de 1976 “Harvest of the world” (esperablemente, de lo mejor de todo el set) y termina con balada de cuerdas a cargo de los O´Jays (“I swear, I love no one but you”).  Una segunda mitad mucho más sólida y con mejores temas.

En general, estos “Black power” siguen siendo una linda opción para pinchar en fiestas, a mitad de camino entre el Soul, el Funk e incipientes toques Disco, sin caer todavía en los clichés tan insoportables del género. No te fallan. Y se consiguen baratos revolviendo ofertas.

Teddy Wilson (TROVA/ Everest Records: archive of Folk & Jazz music) 

Este disco está impecable, tanto la tapa como el vinilo, que parece nunca haber sido pinchado. La etiqueta de Trova (un sello que, hasta donde yo se, nunca fue muy cercano al jazz) viene en rojo y letras blancas.

Este set se grabó en New York, en mayo y junio de 1975 con una formación de sexteto que incluyó a Teddy Wilson al piano, Charlie Shavers en trompeta, Red Norvo en vibráfono, Remo Palmieri (vaya nombre) en guitarra, Al Hall en contrabajo y Specs Powell en batería. 

Wilson fue el célebre pianista de los conjuntos de Benny Goodman, y ya al frente de su propio combo, tuvo como cantante a Billie Holiday. Luego, en los años del Be Bop, poco y nada se supo de él. Esta grabación se pasea por momentos bien Swing, solos breves y un clima general contenido, austero. Disfrutable después de la cena.

lunes, 29 de abril de 2013

Discos: For the beauty of Wynona (Daniel Lanois, 1993)

Como buen alumno de Brian Eno, el canadiense Daniel Lanois aprendió la lección del maestro: a las canciones –además de saber/ poder componerlas- hay que construirles un escenario sonoro donde ocurran, donde la música tenga lugar. Para muestra, basta reescuchar cada tanto la magia que hay detrás de “Oh mercy” 
 
En éste, el segundo lp de Lanois como solista, aparecen ambos mundos: canción y ambiente. Palabras y un maquillaje para revestirlas. El trip es inquietante, con muchos pasajes de una música profunda y evocadora. Como contrapartida, hay un tufillo a “demasiado armado” que amenaza con quitarle frescura al todo: hasta cuando suena suelto, el disco tiene cráneo detrás. Pero si escuchamos bien, ahí están las canciones.
 
“The Messenger” entra lentamente hasta alcanzar el clímax, al igual que ese blues ambiental que es “Death of a train”. Los momentos menos interesantes son los de ese universalismo de World Music vía Peter Gabriel (“For the beauty of Wynona”, “Indian red”). El clima general, en varios pasajes, recuerda a “The unforgettable fire” (1985), que la dupla Eno-Lanois produjo para los U2. Hasta hay citas a las guitarras marca The Edge en “Brother L.A”, por ejemplo.
 
En la mitad del set hay una gema que Daniel canta en francés, “The collection of Marie Claire”, con una coda Ambient que es toda una música en sí misma.  Y por último están los momentos más redondamente pop, repartidos sabiamente en “The unbreakable chain”, “Still learning how to crawl”, “Sleeping in the devil´s bed” y “Lotta love to give”, mi tema favorito y uno de los pocos up tempos del disco.
 
Hace mucho que no escuchaba “For the beauty…” y el reencuentro fue grato. Ahora que llega el otoño, este disco puede ser un buen soundtrack. Hay algo de curativo, además, en estas canciones. Algo relacionado a lo que se mece, lo que acaricia y alivia. En estos tiempos, no es poco.

Daniel Lanois- discografía cercana
Acadie (1989) For the beauty of Wynona (1993) Cool water (1994).

miércoles, 24 de abril de 2013

Videos: P.J. Harvey en vivo


Oh Polly Jean, enséñanos a cantar como nadie, a rockear, a ser una hermosa mujer fatal.
En vivo en "Later...", de Jools Holland.  

domingo, 21 de abril de 2013

Pelis: Almost famous (Cameron Crowe, 2000)

Almost famous poster1.jpgDomingo caluroso en Buenos Aires, como si el verano no quisiera irse del todo. En la modorra de la siesta enganché esta peli en cable, que siempre había visto de a partes. La dirige Cameron Crowe ("Singles", "Vanilla sky", "Jerry Maguire", "Peal Jam Twenty", entre otras).

La película narra la historia de William Miller, un chico de 15 años que medio de casualidad logra que la Rollling Stone lo acredite para cubrir la gira de Stillwater, una banda de segunda línea en pleno ascenso. Hay mucho de autobiografía, ya que el propio Crowe entró a trabajar en la revista cuando apenas tenía 18 años. Al ser el novato, los viejos lo mandabna a cubrir los grupos que odiaban. Así le hizo entrevistas a Todd Rundgren, Lynyrd Skynyrd y Led Zeppelin, entre muchos otros.

Ya en el micro de gira, (el adorable "Dorys") William va a embarcarse en una lección de vida, con muchas y agridulces enseñanzas. Ok, "Almost famous" es una de esas clásicas películas políticamente correctas y hollywoodeenses sobre el mundo del rock (como "School of rock" y otras) pero está muy bien. Tiene sentido del humor y buenas canciones, todas girando alrededor de 1973, el año que transcurre la acción. Y logra retratar bien ese momento clave de la industria a comienzos de los 70, cuando el negocio ya se estaba volviendo realmente grande.

Hablando de escenas de micro, yo me quedo con ese momento en que los músicos y la crew van cantando "Tiny dancer" mientras atardece, después de una pelea típica de grupo de rock con problemas de egos y demás.


El soundtrack completo:

1. America (Simon and Garfunkel)
2. Sparks  (The Who)
3. It Wouldn't Have Made Any Difference (Todd Rundgren)
4. I've Seen All Good People: Your Move (Yes)
5. Feel Flows (The Beach Boys)
6. Fever Dog (Stillwater)
7. Every Picture Tells A Story (Rod Stewart)
8. Mr. Farmer (The Seeds)
9. One Way Out (The Allman Brothers Band)
10. Simple Man (Lynyrd Skynyrd)
11. That's The Way (Led Zeppelin)
12. Tiny Dancer (Elton John)
13. Lucky Trumble (Nancy Wilson)
14. I'm Waiting For The Man (David Bowie)
15. The Wind (Cat Stevens)
16. Slip Away (Clarence Carter)
17. Something In The Air (Thunderclap Newman)

lunes, 15 de abril de 2013

Shows: The Cure en River Plate, Buenos Aires, viernes 12 de abril



Basta medio arpegio de esas gloriosas guitarras al comienzo de “Lullaby”,  o el estallido de cristales que abren “Plainsong” para que -a la manera de la célebre madalena proustiana- toda una cadena de recuerdos se nos hagan presentes.
 
Y es que allí radica gran parte de la magia intacta de The Cure: un sonido monolítico, por momentos onírico, por otros pesadillesco y por qué no feliz, que viaja por nuestro inconsciente y activa otros tantos paisajes y memorias. Verlos en vivo no es asistir a un concierto. Es reactivar una ceremonia sensorial plena.
 
 
Por eso y por muchas otras cosas no es casual que nos hayamos encontrado tantos queridos amigos clase 73 y 74 en el show de River Plate. Con casi 40, allí estuvimos todos los que de alguna manera fuimos flechados por ese sonido allá en nuestros años de secundaria. Es más, esa sensibilidad compartida es la que en muchos casos nos hizo amigos, hasta hoy. Así que ¿cómo no celebrar un encuentro como este, en una noche de otoño tan especial?
 
Veintiséis años de espera desde la última visita del grupo valieron la pena. La recompensa fue suculenta. Los The Cure nos pasaron por arriba en más de tres horas de show y un recorrido que abarcó casi todos sus discos (sólo faltó “Bloodflowers”). Tal vez, el único punto criticable haya sido cierta dispersión en el playlist: un ida y vuelta entre densidad climática y bailoteos pop que hacían perder un poco el foco.
 
Pero arriba del escenario la banda es cosa seria. Hay que estar cerca,  oírlos y verlos muy bien. Apenas se miran. Saben todo lo que hay que hacer para recrear una vez más ese Sonido. Simon Gallup tocó toda la noche con gesto adusto, pegado a ese baterista frío como un témpano y preciso como un reloj que es Jason Cooper. A los costados, Reeves Gabrels nos hizo extrañar bastante a Porl Thompson (mucho más Cure en todo) y Roger O´Donnell aportó matices desde su sequedad casi estatuaria.
 
Arrancaron climáticos desde “Disintegration” (“Plainsong” y “Pictures of you” en orden, más “Lullaby”) para enseguida sacarse de encima un par de hits: “Just like heaven”, “High”, “In between days”. Un rato más tarde sacaron su chapa postpunk para repasar el canon de su trilogía básica: “Play for today” y “A forest” (monolítica, con psicodélicos árboles detrás, implacable) y esa gema de “Faith” que es “Primary”. En esos momentos, el tono oscuro ganó la partida con muchísima autoridad. Patada directa a la yugular y dientes apretados.
 
La gente de recitales en este comienzo del siglo XXI es un tema aparte. Si uno va como observador imparcial ahí puede ver toda la galería de trastornos de ansiedad juntos: los que mandan mensajitos todo el tiempo, los que parecen querer cobrarse en coros y estribillos y saltos descontrolados lo que pagaron de entrada, aún en temas inverosímiles (¿pogo en “One hundred years”? Como que no da ¿no? No hace falta). 
 
Pero la banda arriba del escenario atrae toda la atención. Robert Smith pareció soltarse a medida que avanzaba el show, y se divirtió especialmente en los momentos más pop bailando como un espantapájaros oxidado. En el segundo encore la banda armó una seguidilla - ahora sí deliciosa, por tratarse de gemas olvidadas- que incluyó mucho de la etapa “Japanese whispers”/ “The top”: “The Caterpillar”, “Lovecats”, “Let´s go to bed”, “Dressing up”. 
 
Otra tanda de bises pasó por el doble “Kiss me kiss me kiss me”, de 1987: “The kiss”, “If only tonight we could sleep” (“un tema que habla sobre la locura” según Smith) y la rescatada del olvido “Fight”. Y para el final, la banda volvió hacia atrás, hasta 1979, en uno de los mejores momentos de la noche con “Boys don´t cry” (Robert Smith parece abocado a rescatar el valor canción de los temas donde amerita hacerlo y los canta más melodiosos y flexibles) y la dupla final, inoxidable, con “10:15 Saturday night” y “Killing an arab”, recordándonos que el ADN de la banda siempre estuvo en el punk.
 
 
En ese último rescate se niveló una noche inolvidable de por sí, donde fuimos tocados por un hechizo colectivo y personal a la vez. Ese que nos hizo cantar a viva voz las mismas canciones que sonaban en nuestras habitaciones, en soledad. Nuca lo hicimos y no hace falta aclararlo, pero va a ser difícil, casi imposible, olvidar esta noche con los The Cure.

viernes, 5 de abril de 2013

Discos: Comedown machine (The Strokes, 2013)

Me encanta el sonido que los Strokes definieron a partir de “Angles” (2011). Cuando su fórmula parecía agotada y los discos que venían sacando se desinflaban sin remedio, salieron con un sonido robótico –muy deudor del pop sintetizado de los 80- que les dio un vuelo particular.

Las canciones, dicho sea de paso, cambiaron junto con el sonido: ahora tienen más vuelta, más orfebrería pop. Cada vez se nota más la mano de Julian Casablancas marcando el rumbo del grupo.

Por todo esto, “Comedown machine” es una clara continuación de “Angles”. De hecho, “Tap out” –el primer tema- es un poco la hermanita menor de esa gema que es “Macchu Picchu”. En otros momentos (el primer single “All the time”, “50/50”) la banda parece revivir las viejas épocas: más directos, guitarreros.

Los Strokes se siguen debatiendo acerca de cómo ser una banda de rock en este momento particular de la cultura rock, donde todos los estilos y entrecruzamientos parecen ya probados y estamos atiborrados de información. ¿Les sale? Yo creo que se pusieron interesantes ahora que el hype ya se olvidó de ellos.

“Welcome to Japan” es absolutamente contemporánea, como si a los franceses Phoenix les agregáramos una saludable capa de guitarras (y de garra). El tema tiene algo funky, algo de esa nocturnidad anclada en los 80 que sobrevuela estos dos últimos discos de los newyorkinos.

Hablando de los 80´s, el primer parate llega con la explícita "80s Comedown Machine", de lo más flojito del set porque nos saca del ritmo entretenido que traíamos. “Slow animals” es otro buen momento, subiendo y bajando en intensidad. Y forma un buen tándem con “Partners in crime”, un power pop guitarrero para el siglo XXI.

En el tramo final, “Chances” retoma el sonido nocturno-futurista, con clima de lento de boite. Las melodías bien voladas y el falsetto de Casablancas se llevan las palmas acá. “Happy ending” huele a futuro single (levemente funk, con buenas partes de guitarras, levantadas y un estribillo hiper pegadizo) y “Call it fate, call it karma” es un cierre enigmático y encantador, como sacado de un viejo 45rpm para cantar en una noche crepuscular.

Y así terminan 39 minutos frescos, livianos, que pasan –como mucha buena música actual- como si nada.  Los Strokes suenan como uno se imagina que debería sonar una banda de rock hoy, ni más ni menos. Suenan actuales, a disfrutame ahora, ya mismo. Como ya dijeron los Fab Four, mañana nunca sabe.

The Strokes
Julian Casablancas, Albert Hammond, Jr, Nikolai Fraiture, Fabrizio Moretti, Nick Valen

martes, 2 de abril de 2013

Discos: AON (AON, 1993)

Poco y nada aparece en internet sobre este grupo llamado AON, al que llegué allá por 1993 cuando el gran Alfredo Rosso vendía discos en la Galería Bond Street de Buenos Aires. Nada. Sólo tengo este disco en mis manos, editado precisamente en 1993.
 
Mejor así. Como no contamos con data ni Wikipedia, vamos con la imaginación. Sólo puedo ver que los editó el sello de música electrónica Big Life Records (que también lanzó al primer The Orb, entre otros). En los AON yo escucho una cruza de música Celta (¿serían irlandeses?) pop de fina factura y una electrónica mínima, apenas Bits suaves que sostienen las canciones.
 
Datos aparte, es un disco bastante entrañable éste. Ideal para el otoño que está llegando. Se mimetiza, en sus colores, con las primeras hojas amarillas. La voz femenina de Annie Burton recuerda a una Joni Mitchell limada de asperezas y acordes jazzeros y recubierta, en su lugar,  de una electrónica tibia, acolchonada. Hay teclados, hay guitarras suaves. No vas a encontrar sobresaltos, sino contención. Funciona.


 
 
Mis momentos favoritos se reparten en random a lo largo del disco. “Be yourself” es puro espacio, melodía y sopor estelar. La letra nos pide que seamos, al mismo tiempo, nosotros mismos y “todo” para ese otro que nos canta. “Master of disguise”  se sostiene entre guitarras, una percusión suave y una melodía que parece venir ya hecha, ya cantada desde un folk antiguo y remoto.
 
Es cierto que por momentos hay peligros de New Age en los AON, sobre todo en los momentos más calmos, con esas capas de teclados a puro bienestar. Pero el grupo tiene un arraigo en sonidos y melodías con esencia, con peso. Y se aleja del peligro de la intrascendencia chillo ut. Hay vuelo, hay calidez, hay una factura pop exquisita en unas canciones de esas que te pueden dar un rato de compañía en momentos de dolor o de soledad. Son de las que alivian.
 
Una de estas tardes que no para de llover en Buenos Aires bien puede sonar “I once loved a lad”, otra maravilla de este lp. Aquí los AON suenan como unos Fairport Convention actualizados y pasados por Hi Fi hogareño. Otra perlita de un disco que bien mirado, flota fuera del tiempo, sin envejecer ni apurarse.
 
AON
Annie Burton, Graham Burton, Timothy Rochford Harney.