Ya sin la omnipresencia de Andy Warhol controlando todo, sin Nico ni los hippies y artistoides volados de New York -emigrados hacia el Verano del Amor de San Francisco- los Velvet se encontraron prácticamente solos en la Gran Manzana. Con pista libre para plasmar en un disco la agitada combustión interna que los estaba devorando.
Aquellas tensiones (la consabida "guerra de egos" entre Reed y Cale) sumadas a las vidas caóticas que llevaban sus miembros y la ya de por sí desordenada creatividad del grupo confluyeron en esos pocos días de fines de 1967 (algunos aseguran que fueron apenas dos) que duró la grabación de su segundo lp de estudio, "White light/ white heat".
¿Caos sistemático? ¿Decisión estética? Difícil apoyar estas tesis: tanto Cale como Reed reconocieron su desagrado con los resultados "técnicos" del álbum, que estuvo producido por Tom Wilson. ¿Sobrecarga eléctrica desmadrada? Puede ser. Pero sea cual fuere la hipótesis para explicar la radicalidad de "White light...", seguramente se queda corta. El disco pasaría a la historia como uno de esos "puntos de no retorno"; una cima de la electrificación urbana total. Un despropósito con aires de vanguardia y el punto de referencia para todo lo que de allí en más se precie de "Noise".
Y si en "Velvet Underground & Nico" la belleza todavía podía asomar su cabeza entre lo oscuro y perverso, aquí apenas encuentra lugar, simplemente porque el grupo buscó a conciencia esa "no-belleza" (en palabras del propio John Cale). Aquí el único asomo de esa canción agridulce (el costado Velvet que inspiró a TODO el Indie Pop melancólico de los 90) será la breve "Here she comes now": apenas dos minutos de calma en medio del torbellino.
El tema que daba nombre al álbum -una oda al consumo de anfetaminas- es un rock bastante clásico, aunque pasado por arriba por una montaña de feedback y distorsión. Algo vulgar transformado en otra cosa (para comparar, basta reescuchar la ortodoxa versión que grabó Bowie en "Bowie at the Beeb").
"The gift" es el relato de un novio celoso y paranoico narrado por Cale (en un canal) aguijoneado por picos de ruido blanco sobre los tambores caverrnosos de Maureen Tucker, en el otro. "Lady Godiva´s operation" retoma el costado mántrico y repetitivo circa "Venus in furs" para releer con sarcasmo la vieja leyenda medieval. Y "I hear her call my name" (100% de Reed) es otro rock perversamente sacado de todo contexto cultural imaginable en 1968. Y después también. El germen del sonido Stooge, entre otros.
A esta altura -con apenas media hora de audición- sentimos que tenemos los pelos de los brazos cubiertos de estática. Y que la ciudad alrededor nuestro se convierte en un campo minado de vúmetros en rojo. Porque más allá del anecdotario sobre las disputas musicales entre Lou Reed y John Cale, lo cierto es que que en aquella sala de grabación de los Scepter Studios de New York la guerra parecía librarse directamente sobre los amplificadores y sus controles de volumen. A ver quién sonaba más fuerte.
Sólo por citar un episodio, al parecer ninguno de los cuatro Velvet se ponía de acuerdo sobre qué toma dejar de cada tema, hasta que Reed propuso que todos grabaran a la vez "Sister ray". El resultado está a la vista: 17 minutos de lucha trepidante, destructiva, al borde de lo razonablemente audible.
3 comentarios:
Esta reseña se debería mostrar en los colegios primarios.
Se agradece. Viva la educación pública!
qué boludo sería el que se lleva velvet underground a marzo!
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