Me encanta el sonido que los Strokes definieron a partir de “Angles” (2011). Cuando su fórmula parecía agotada y los discos que venían sacando se desinflaban sin remedio, salieron con un sonido robótico –muy deudor del pop sintetizado de los 80- que les dio un vuelo particular.
Las canciones, dicho sea de paso, cambiaron junto con el sonido: ahora tienen más vuelta, más orfebrería pop. Cada vez se nota más la mano de Julian Casablancas marcando el rumbo del grupo.
Por todo esto, “Comedown machine” es una clara continuación de “Angles”. De hecho, “Tap out” –el primer tema- es un poco la hermanita menor de esa gema que es “Macchu Picchu”. En otros momentos (el primer single “All the time”, “50/50”) la banda parece revivir las viejas épocas: más directos, guitarreros.
Los Strokes se siguen debatiendo acerca de cómo ser una banda de rock en este momento particular de la cultura rock, donde todos los estilos y entrecruzamientos parecen ya probados y estamos atiborrados de información. ¿Les sale? Yo creo que se pusieron interesantes ahora que el hype ya se olvidó de ellos.
“Welcome to Japan” es absolutamente contemporánea, como si a los franceses Phoenix les agregáramos una saludable capa de guitarras (y de garra). El tema tiene algo funky, algo de esa nocturnidad anclada en los 80 que sobrevuela estos dos últimos discos de los newyorkinos.
Hablando de los 80´s, el primer parate llega con la explícita "80s Comedown Machine", de lo más flojito del set porque nos saca del ritmo entretenido que traíamos. “Slow animals” es otro buen momento, subiendo y bajando en intensidad. Y forma un buen tándem con “Partners in crime”, un power pop guitarrero para el siglo XXI.
En el tramo final, “Chances” retoma el sonido nocturno-futurista, con clima de lento de boite. Las melodías bien voladas y el falsetto de Casablancas se llevan las palmas acá. “Happy ending” huele a futuro single (levemente funk, con buenas partes de guitarras, levantadas y un estribillo hiper pegadizo) y “Call it fate, call it karma” es un cierre enigmático y encantador, como sacado de un viejo 45rpm para cantar en una noche crepuscular.
Y así terminan 39 minutos frescos, livianos, que pasan –como mucha buena música actual- como si nada. Los Strokes suenan como uno se imagina que debería sonar una banda de rock hoy, ni más ni menos. Suenan actuales, a disfrutame ahora, ya mismo. Como ya dijeron los Fab Four, mañana nunca sabe.
The Strokes
Las canciones, dicho sea de paso, cambiaron junto con el sonido: ahora tienen más vuelta, más orfebrería pop. Cada vez se nota más la mano de Julian Casablancas marcando el rumbo del grupo.
Por todo esto, “Comedown machine” es una clara continuación de “Angles”. De hecho, “Tap out” –el primer tema- es un poco la hermanita menor de esa gema que es “Macchu Picchu”. En otros momentos (el primer single “All the time”, “50/50”) la banda parece revivir las viejas épocas: más directos, guitarreros.
Los Strokes se siguen debatiendo acerca de cómo ser una banda de rock en este momento particular de la cultura rock, donde todos los estilos y entrecruzamientos parecen ya probados y estamos atiborrados de información. ¿Les sale? Yo creo que se pusieron interesantes ahora que el hype ya se olvidó de ellos.
“Welcome to Japan” es absolutamente contemporánea, como si a los franceses Phoenix les agregáramos una saludable capa de guitarras (y de garra). El tema tiene algo funky, algo de esa nocturnidad anclada en los 80 que sobrevuela estos dos últimos discos de los newyorkinos.
Hablando de los 80´s, el primer parate llega con la explícita "80s Comedown Machine", de lo más flojito del set porque nos saca del ritmo entretenido que traíamos. “Slow animals” es otro buen momento, subiendo y bajando en intensidad. Y forma un buen tándem con “Partners in crime”, un power pop guitarrero para el siglo XXI.
En el tramo final, “Chances” retoma el sonido nocturno-futurista, con clima de lento de boite. Las melodías bien voladas y el falsetto de Casablancas se llevan las palmas acá. “Happy ending” huele a futuro single (levemente funk, con buenas partes de guitarras, levantadas y un estribillo hiper pegadizo) y “Call it fate, call it karma” es un cierre enigmático y encantador, como sacado de un viejo 45rpm para cantar en una noche crepuscular.
Y así terminan 39 minutos frescos, livianos, que pasan –como mucha buena música actual- como si nada. Los Strokes suenan como uno se imagina que debería sonar una banda de rock hoy, ni más ni menos. Suenan actuales, a disfrutame ahora, ya mismo. Como ya dijeron los Fab Four, mañana nunca sabe.
The Strokes
Julian Casablancas, Albert Hammond, Jr, Nikolai Fraiture, Fabrizio Moretti, Nick Valen
2 comentarios:
me está gustando mucho este disco!!!!
los banco a los Strokes, y estoy de acuerdo y a gusto con una banda que (a mi criterio) se dio cuenta que la fórmula del comienzo se agotó. No muchas bandas se dan cuenta de ésto; por eso me gustó el cambio en Angles, pero en un disco que dejaba mucho que desear...
en esta ocasión, creo que conceptualmente es mucho mejor; me gusta lo del hype que se olvidó de ellos (éso siempre ayuda!) y creo que pueden dar que hablar más adelante mienstras conserven las capacidades de un cantante que deja en claro que puede dar mucho más.
Me parece un poquito más solido el anterior, pero la veta es la misma. Sonido 80´s y cool para musicalizar bares en Palermo SOHO! Abrazo
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