miércoles, 30 de septiembre de 2009

Discos: fines septiembre ´09 (parte 2)

The Dodos, Time to die (Frenchkiss, 2009)
Hay algo atractivo en el uso de las dinámicas y los cambios, en el folk saltarín de los californianos The Dodos. En éste, su cuarto lp, yo escucho (sólo en momentos específicos) algún link con los Fleet Foxes, tal vez por el hecho de compartir productor (Phil Ek) con aquéllos. Para Time to die el dúo se amplió a trío, incorporando a Keaton Snyder en vibráfono eléctrico. Un disco cálido, amable y sin demasiadas pretensiones (5.5/10)

Simian Mobile Disco, Temporary pleasure (Wichita Records, 2009)
Y bueno...puede pasar. Acá ni siquiera parece ser el síndrome- bajón del segundo disco. Acá el problema es el rumbo que tomaron los SMD. ¿Eran necesarios -después de un primer disco bombástico, lleno de grandes momentos corrosivos- estos "duetos" sobre cancioncitas tan flacas? "Temporary..." está lleno de momentos intrascendentes, y algún que otro buen tema. Poco, para lo que habían mostrado en Attack decay sustain release (4/10).

Richard Hawley, Truelove's Gutter (Mute U.S, 2009)
Sexto disco para el bueno de Richard Hawley, el hombre que debería haber nacido en la década del ´40 para cantar sus baladas sobre sad valentines en bares a media luz. !Y qué difícil se hace escuchar cada nuevo disco de Richard después de aquel rascacielos que fue Coles corner (05)! En aquel disco todo encajó: la fórmula, el sonido, y sobre todo, las canciones. Enormes canciones.
El disco nuevo está bien, aunque de todas formas siempre nos quedamos con la nostalgia de volver a aquella esquina de ensueño (6.5/10).

martes, 29 de septiembre de 2009

Dos viejos camaradas

2009 nos trae discos nuevos de dos viejos camaradas: Ryuichi Sakamoto y David Sylvian.

Viejos amigos que supieron colaborar para dar parte de la mejor música de comienzos de los 90´s. Allí están aquellos grandes discos, todavía elegantes y refinados como Beauty, Heartbeat o Secrets of the beehive.

Out of noise (Commmons, 2009) es el primer disco de Ryuichi en cinco años. Tres, en realidad, si contamos su disco de remixes Bricolage. Aquí tenemos doce piezas reposadas, a mitad de camino entre el clasicismo, la vanguardia y el ambient. Poco más de 63 minutos de un viaje ensoñado por la materia de la música.

Una triada inicial abre el disco con elementos sonoros clásicos. Es el caso de Hibari, con su piano de melodía repetitiva y los diálogos de cellos y piano de Hwit y Still life.

Un segundo tramo se inicia con In the red y continúa con Tama, ambos con exploraciones y oscilaciones mínimas. Firewater, por su parte, explora territorios distantes sobre un background cercano al noise.

De esta manera, Sakamoto transita con maestría (y cierto toque de superficialidad descomprometida, por momentos) distintos terrenos dentro de lo "ambient". Cada tema representa una idea, una forma de orquestar, de aunar sonidos.

En este sentido Out of noise funciona como una especie de catálogo transitable, accesible, en la materia.

Manafon (Samadhi Sound, 2009) retoma donde Sylvian dejó en Blemish (2003). Una música cercana al silencio, emparentada con los últimos discos de Talk Talk o el único disco solista de Mark Hollis (1998). Un minimalismo adictivo, pero sólo para aquellos capaces de abstraerse casi místicamente del "ruido del mundo". Los demás, abstenerse: el trip puede resultar algo arduo en su quietud.

En este caso- en sesiones que tuvieron lugar en Londres, Viena y Tokyo- David se rodeó de músicos graduados en la libre improvisación: desde el saxofonista free
Evan Parker hasta Fennesz y el multinstrumentista japonés Otomo Yoshihide.

Para escuchar casi sin respirar.

Discos: fines septiembre ´09

Wild Beasts, Two dancers (Domino, 2009)
Yo acá escucho a unos Phoenix menos luminosos, aunque con una construcción minimalista similar. Audio amable, de esos discos silenciosos que no te das cuenta y se comieron 7, 8 tracks en la compactera como si nada. Este es el segundo disco de estos chicos de Kendal, UK. La prensa, al parecer, los adora, aunque tampoco son la nueva gran cosa, ni mucho menos. Apenas un disco delicado y de buena compañía, supongo (6/10).

Grizzly Bear, Veckatimest (Warp records, 2009)
Es cierto, Two weeks está entre los mejores temas del año, pero este tercer disco de los brooklynianos Grizzly Bear (¿los nuevos Beta Band?) se cae un poco en su falta de combustión (lo que se dice, no termina de engranar). Veckatimest fue terminado en una iglesia de New York y toma su nombre de una isla en Cape Cod, Massachusetts (6/10).

The Big Pink, A brief history of love (4AD records, 2009)
Ahhhhh otro de esos casos donde pones play y en un primer momento te querés morir: ahí está todo, el sonido, las influencias, las voces...¡Qué bien que suena esto! Los londinenses The Big Pink parecen ser otra de esas bandas que meten en la licuadora todo lo que escucharon por descargas y wikipediaron (todo Manchester, algo de noise, maquillaje electro). Unos nuevos Kasabian, por caso. Imposible saber si estamos ante un buen grupo o un astuto cocktail de citas y producción. Me causan una sensación similar a los Asteroid No. 4, que al menos por arriba están bien. (5/10)

domingo, 27 de septiembre de 2009

Discos: Victorialand (Cocteau Twins, 1986)

Y una tarde fría de esta primavera glacial tuve mi epifanía con "Victorialand", de los Cocteau Twins. Cargada de recuerdos, de imágenes de una adolescencia pasada en compañia de ésta y otras músicas que delinearon de alguna manera nuestra personalidad.
 
Conocí a los Cocteaus en el ´88 u ´89, por un amigo que me pasó una copia de "The pink opaque", una recopilación para el mercado americano de singles, reversiones y rarezas.

Me acuerdo de caer fascinado inmediatamente por ese grupo que no se parecía a nada y que a la vez nos tocaba una fibra muy íntima con una música paisajística, evocativa. Al poco tiempo ya me había hecho de varios discos del grupo. De hecho, todavía conservo mis ediciones en vinilo de "Head over heels" (1983) "Garlands" (su primer y oscuro lp de 1982) y "Blue bell knoll", del ´88. Más adelante llegaría el turno de esa joya con un pie en terrenos pop que fue "Heaven or Las Vegas", editado en 1990.

Pero entre el lote de vinilos había una curiosidad: una edición argentina (vía DG Discos) de "Victorialand". Curiosa porque se trataba de un 45 rpm. El disco venía impecablemente presentado, desde el diseño, con esas bonitas fotografías que ilustran el sobre interno.

Recuerdo las tardes después del colegio, tirado en mi habitación escuchando  "Victorialand". Era poner la púa sobre el disco y dejarse llevar por esa música que -a pesar de los lugares comunes para describirla- era paisajística, nocturna, "oceánica". Con ella viajábamos hacia lugares insospechados con solo dejarnos llevar.

Yendo al álbum, Liz Fraser y Robin Guthrie contaron en su momento que la idea del grupo era enfocarse en una música acústica, con poca instrumentación. En 1986 el bajista Simon Raymonde se encontraba colaborando con el proyecto/ combo del sello 4AD This Mortal Coil (que entraba a grabar su magnífico disco "Filligree and shadow"). De ahí que los Cocteau se vieran reducidos a dúo para esta grabación.

En líneas generales, "Victorialand" es un disco a mitad de camino entre el Ambient, la música de cámara y hasta ciertos toques religiosos y folk. Aunque el mix final es algo auténticamente indefinible. Es corto e intenso (nada que ver con la etiqueta "New Age" que en algún momento se deslizó desde la crítica y que tanto molestó al grupo) "Victorialand" es denso y cristalino a la vez. Luminoso por momentos, oscuro y enigmático por otros.

Lo que no se puede negar es que contiene una música que no se parece a ninguna otra cosa producida por el rock hasta y desde entonces. El disco más peculiar de un grupo ya de por sí, único.

Todo comienza de a poco, con luminosidad y espacio en las guitarras y saxos de "Lazy calm". Luego viene esa gema neo victoriana que es "Fluffy Tufts". Todo el proyecto Cocteau Twins podría sostenerse por este tema, que nos enseña que el rock pudo alguna vez llegar a lugares de originalidad como éste.

El clima se enrarece con "Throughout the Dark Months of April and May", una referencia a los meses más oscuros de esa región de Antártica que es, precisamente, "Victorialand". Prestar atención a esas guitarras españolas y al registro sombrío de la voz de Fraser. 

Uno de mis momentos favoritos del álbum llega con "Whales Tails" otra referencia, en este caso, a la fauna antártica. Es el lugar más remoto, extraño e inhallable de todo el álbum: las infinitas voces de Elizabeth Fraser se multiplican para entrar por un instante en la canción y desaparecer dentro de ella.

El disco recomienza con la luminosa "Oomingmak", seguida de ese vals soleado que es "Little spacey". La melodía parece sacada de una cancioncilla germana o suiza. En cualquier caso, lo que "vemos" en la imaginación son praderas, niños jugando al sol, polleras y trenzas con canastas...

Otra sorpresa llega con "Feet-Like Fins", con su intro de guitarras españolas y su desenlace percusivo, retomando la primera sección. A partir de allí el disco vuelve un poco al rumbo inicial con la sombría "How to Bring a Blush to the Snow" (más referencias, en este caso, a la nieve) y cierra abajo y lejos con "The Thinner the Air", casi un ejercicio Ambient.

Dos comentarios finales

Una gema como "Victorialand" amerita  una revisíón de esa década a menudo tan cruelmente criticada por muchos de nosotros, los 80´s. Si se grabaron discos de la calidad de éste, o de "Ocean Rain", "Hyaena", "Technique" o "Disintegration", algo más se tiene que poder decir de aquellos años, más allá del daño que el pop inocuo de las FM le produjo a la música pop en general.

También estamos en deuda con los Cocteau Twins como grupo. Habría que revisitar a una banda tan personal y única de la que, sospecho, no hay tanta descendencia como su importancia amerita.

Ficha técnica de Victorialand
Sello: 4AD/ 14 abril 1986. Producido por Cocteau Twins
Richard Thomas (Dif Juz) tocó saxo y tablas. Art direction and design by 23 Envelope. 

Discografía cercana
Treasure (1984) -Victorialand (1986)- "The moon and the melodies"(1986).

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Discos: Hounds of love (Kate Bush, 1985)

Género: obra maestra de la Dama Británica 

Uno

Con los años, la figura de Kate Bush parece crecer. Como si los años expandieran su luminosidad, su influjo.

A veces pienso que para todas aquellas chicas que están comenzando a hacer música desde una perspectiva personal, íntima y que respete las exigencias de su propia libertad, la imagen y la obra de Bush son insoslayables. Más que Madonna, o cualquier otra estrella pop que transite por lugares seguros y conocidos.

En ese sentido, Kate es el faro que alumbrará por siempre a las raras. 

En esa tradición de Twisted girls hubo algunos eslabones intermedios, que incluyen a Tori Amos y más acá a Bjork, que de alguna manera revitalizó y monopolizó la corriente a mediados de los 90´s. Pero antes de todas ellas, ya en los oscuros ochentas, estuvo esta sofisticada Dama Británica sembrando en soledad. Y así llegamos hasta hoy, donde encontramos un rebrote de sus influencias en chicas como Natasha Khan (Bat for Lashes), Annie Clarks (St. Vincent) y hasta en Regina Spektor, al menos en su costado más relajado y de cámara.

En todo caso, la maravilla de Kate Bush es la de una artista bastándose (y abasteciéndose) a sí misma. Su universo musical es el del genio loco en su laboratorio. Allí, uno se la puede imaginar con sus artefactos, teclados y sonidos; lidiando con esos polirritmos y polifonías de voces que le resuenan todo el tiempo en la cabeza, armando algo que siempre se elevará sobre la media de la música pop ordinaria.

Y en el corazón de su música, sus obsesiones de gnomos, de historias medievales; figuras ensoñadas y relatos épicos, todo mezclado con sus propias ideas sobre la soledad, el amor y el aislamiento creativo del mundo.

Dos

 
"Hounds of love"-
el quinto disco de Kate- es un experimento pop de cámara notable. Un disco que bajo su superficie oculta una batalla (nunca resuelta del todo) entre agitación y calma, entre aspectos percusivos y momentos relajados. El orden que encuentra es único y absolutamente original.

Y es que en algún punto, los discos de Bush comparten cierta tensión con los de John Cale: clasicismo y vanguardia pelean por la supremacía. Presentan momentos pop dentro del cánon, pero todo peligra en un instante, con un arrebato iconoclasta. Como oyentes, en ninguno de los dos casos estamos del todo seguros.


Presentada como una suite en dos partes, "Hounds of love" funciona como un gabinete de curiosidades del “universo Bush”. En la primera mitad, los temas  pop más "directos" , incluidos los cuatro singles que cortó el álbum. “Running up that hill (a deal with God)” no dejará nunca de producirnos extrañas e inclasificables emociones con su enigma sonoro. Una maravilla superlativa del pop de todos los tiempos. Aquí Kate nos invita, casi nos suplica: “C´mon angel, c´mon darling/ let me steal this moment from you know/ let´s exchange the experience”.

"
Hounds of love” (el tema) ya presenta esa cosa percusiva y tribal que sobrevuela todo el álbum, enganchandose con “The big sky” y su declaración de principios (“I´m looking at the Big Sky/ you never understood me/ you never really tried”). A partir del minuto y medio la canción suma partes percusivas, voces y trepa en energía hasta la polifonía final. Es el tramo más energético del álbum.

La relajada “Mother stands for comfort” maneja climas al estilo del Eno de los 70 (¿Kate es la manifestación pop de Eno, su verdadera discípula pop?) y esa primera parte cierra con “Cloudbusting” y sus cuerdas de marcha clásica. Al escucharla, queremos que ese “I just know that something good is going to happen” dure para siempre.  



La segunda parte del álbum (“The ninth wave”) trata sobre la historia de una mujer perdida en el océano durante una noche. Aquí el disco gana en  experimentación y presenta una estructura más fragmentada.

La energía inicial cede ante pasajes casi de cámara y de una belleza suprema, como el comienzo al piano de Kate en “And dream of sheep”. Un momento autónomo del disco: apenas 2 minutos, 45 segundos que podrían sostener y detener el tiempo por sí mismos.

A partir de allí la frontera entre canciones se borra un poco y predomina el concepto de collage: voces, cuerdas, grabaciones, se disputan premacía. El tramo menos ortodoxo dentro de un disco -ya de por sí- poco ortodoxo. “Waking the witch” (la “Revolution 9” del álbum) indica el punto álgido de la experimentación.

La calma vuelve con “Watching you without me” donde el narrador manifiesta una y otra vez la imposibilidad de ser escuchado.
En el tramo final, las gaitas tribales abren “Jig of life”, mientras que Hello earth” nos vuelve a traer a la Kate más íntima, al piano, saludando maravillada los fenómenos estelares en plena noche: “All you sailors/ all life- savers/ all you cruisers/ all you fishermen/ head for home/ go to sleep little earth/ i was there at the birth”. Es uno de los momentos más profundos, bellos y distantes, a la vez, de todo el álbum. En dos ocasiones, la música se interrumpe en un vacío espacial donde todo queda flotando por varios segundos.


El cierre del disco es con “The morning fog” (y siguen las referencias a la naturaleza y a los fenómenos que están allí para maravillarnos y que no solemos captar). Una pequeña gema atemporal de voces que se responden a sí mismas hasta desvanecerse, apenas dos minutos y medio después.

Y nosotros volvemos a confirmar que pocos artistas en ningún otro momento de la historia del rock llegaron hasta estos sitios inexplorados, salvo Madame Bush. 

Bonus
 

* Para "Hounds of love" Kate se rodeó de colaboradores habituales: Stuart Eliott y Charlie Morgan, en batería; Del Palmer en bajo y Paddy Bush en violines, balalaika y coros. Ella tocó piano, fairligh y por supuesto, canta, doblando sus propias voces.
* Para esta época, Bush construyó un estudio propio cerca de su casa, donde produjo ella misma el disco.
* En 2002, la Q Magazine colocó a "Hounds of love" en el tercer puesto entre los mejores discos de una artista femenina de todos los tiempos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Primavera y vinilos baratos

Pasó el fin de semana de primavera y encontramos vinilos baratos en los parques Centenario y Los Andes. Cinco discos, 25 pesos: felicidad por poca plata.

Goodbye girl, David Gates (Wounded Bird Records, 1978).
Los discos de Gates (como los de Bread) siempre están baratos. Y lo barato trae felicidad. ¿Por qué pagar la música (como los libros) a precios exorbitantes? También tengo en vinilo "First" (´73) que fue el primero solista de Gates y el típico disco al que la compañía le pone todas la fichas tras la disolución de una banda exitosa.

China, Vangelis (Polygram, 1979)
Me está pasando de vencer un prejuicio histórico por la música de Vangelis. Un prejuicio tal vez proveniente del hecho de haberme educado en el ambient de Eno y posteriores y mirando con cierta (y objetable) desconfianza las músicas de este griego talentoso. Otro factor decisivo que me llevó a bucear en la obra de Evangelos Odysseas Papathanassiou es el descubrimiento de ese monstruo genial que fue Aphrodites Child (grupo del que Vangelis fue parte junto a Demis Roussos) y su disco "666". Antes de llegar a "China" estuve buceando en otros discos muy enigmáticos de Vangelis, como Fais Que Ton Rêve Soit Plus Long Que La Nuit (1972) o decididamente bellos como L'Apocalypse Des Animaux (1973).

The stranger, Billy Joel (Sony, 1977)
Me encanta estudiar a los cantantes supuestamente despreciados por el "palo del rock". Joel no es un artista que particularmente me conmueva, pero tiene cosas de calidad y coqueteos con el jazz, el rock y la balada. De él también tengo "52 nd street", del ´78. En este disco está Just the way you are, de la que me acabo de enterar que es una canción suya.


The art of tea, Michael Franks (Reprise/ WEA, 1976)
Caí rendido ante la calidad y buen gusto de Franks cuando escuché por primera vez The cookie jar is empty en la radio. Para mí, MF es uno de esos artistas que están justo en el filo, entre algo de calidad, fino y de FM y esa bolsa de cantantes pop que no dicen nada y que tanto florecieron en los ochentas. En el límite, pero de este lado. "The art of tea" está entre sus primeros trabajos, pero es un objeto destacable en sí mismo, ya que no suelen verse muchos vinilos de Michael dando vueltas. Para amantes del palo Steely Dan.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Discos: Fuerza natural (2009)

1
En algún punto, los discos de Gustavo Cerati funcionan como diarios íntimos -más o menos metaforizados- de su vida y sus inquietudes. Y también, por qué no, de su relación siempre tirante con el "ambiente del rock".

Ahí están los brotes poéticos del alumbramiento natal (Amor amarillo, 1993), el regodeo dandy de su vida mainstream (Bocanada, 1999) y su "disco de separación" Siempre es hoy (02). Ahí vamos (06) funcionó como autoinsuflamiento (algo forzado, pero desbordado de inspiración) de energías.

En el medio, la Burbuja/Reunión Multimillonaria de Soda y su posterior silencio de "acá no pasó nada". Y de vuelta a la concentración solista, a la música más propia, íntima y necesaria que nunca. Y acá llegamos.

2
Fuerza natural
es- valga la redundancia- el disco más natural de G.C. hasta aquí. El disco en el que -por fin- baja la guardia en eso de querer mostrarse "al día" o sonando como "lo que está pasando".

Es también un disco rutero, de viaje (más físico que espiritual) y luminoso. Más cercano a los valores de Armonía, Simplicidad, Belleza y Melodía que a los encantos superficiales del maquillaje sonoro (que lo hay, es cierto, pero que aquí es claramente funcional a las canciones).

Los temas

(Track 1): Fuerza natural es un comienzo mántrico. Es reptante y cambia de formas, con algunos secretos en su interior.

(Track 2) : Deja vu es pura potencia pop, marca Cerati. Nadie puede armar unas melodías así salvo él (chequear la caída vocal de ese "lugares que no existen/ y vuelves a pasar"). En la concentración melódica de este tema está el ADN del talento pop de Gustavo.

(Track 3): Magia es otro pequeño universo pop completo, cargado de buenas melodías y Amor sin rodeos (track 4) es un simpático experimento de aires western y gancho pop inmediato. Empieza a mostrarse el costado viajero y rutero del disco.

(Track 5): Tracción a sangre trae más guitarras steel y aires folk. Primer highlight compositivo del disco ("cae la tarde y en La Pampa no hay silencio"). Destacan varios elementos: los hermosos giros melódicos (con esos coros y contrapuntos vocales que Gustavo viene explotando desde Ahí vamos) y una economía de instrumentos y recursos (una constante de todo el disco). Esta canción parece siempre esperar, aquietarse. Una parte melancólica y contemplativa del viaje.

(Track 6): Desastre vuelve a levantar el tempo en un pop saltarín que frivoliza un poco el disco. No agrega demasiado al songbook Cerati. Rapto (track 7) mantiene ese nivel de tempos medios levemente arriba, con unos coros que parecen sacados de un T. Rex siglo XXI. Hacia el final hay uno de los pocos momentos de combustión guitarrera del disco (un pequeño deja vu de Ahí vamos).

Un tramo (6-7) algo intrascendente del disco.

(Track 8): Cactus es el segundo highlight. Una especie de zamba ambient/ lisérgica. Mínima y delicada. La imaginería natural desborda aquí ("y tiene un veneno más amargo que la hiel/con solo invocarlo voy a convertirlo en miel"; "y los médanos serán témpanos/ en el vértigo de la eternidad/y los pájaros serán árboles/ en lo idéntico de la soledad").

(Track 9) : Naturaleza muerta es otro mid tempo algo intrascendente con nuevos coros a la Marc Bolan. Parece un outtake de Ahí vamos. Acá el disco se empieza a hacer un poco largo y sospechamos que le sobran minutos. Dominó (track 10) levanta el tempo con guitarras ska e imaginería tecno/ochentosa. Otro de esos temas "puro divertimento pop" por hacer música.

(Track 11): Sal es la hermanita menor de Crimen, y la única balada hecha y derecha del disco. Batería con escobillas y nocturnidad marítima en las letras: "un compás de luz/ el faro dibujó en el mar/ con un beso azul la espuma se convierte en sal". Y más: "por los juegos de Neptuno/ el viento se enredó en el mar". Otro punto alto del disco, que aquí entra en su tramo más sombrío.

(Track 12): Convoy es un vals que sorprende con su tratamiento de la voz. Relajado, crepuscular y con ese ligero maquillaje psico-folk que combina ambiente digital y guitarras steel. El disco, claramente, llega a un lugar que está muy lejos del comienzo.

(Track 13): He visto a Lucy es una larga coda final, pinfloydeana en algún punto, con su interminable fade out. A los 5´40 entra la parte "fantasma" del tema, con más guitarras steel y un ataque de batería deudor de los M83 (no podía terminar un disco de Cerati sin una cita/ préstamo de algún grupo que lo tiene encandilado, como en este caso, los franceses).

3
Y los rastros de esa escritura autobiográfica y personal. Por empezar, la búsqueda de una justificación plena del momento actual, el presente, como motor vital. Ese "me perdí en el viaje/ nunca me sentí tan bien/todo por delante" se engancha con "nada me importa más que hacer el recorrido".

La creación (y la creatividad) como bálsamo y ordenamiento del mundo también vuelven insistentemente a lo largo del disco ("la poesía es la única verdad", "sacar belleza de este caos es virtud", etc.). Junto a ellas, las reflexiones y autocitas del proceso creativo mismo ("vuelve la misma sensación/ esta canción ya se escribió" y la plena conciencia que esto es y será música pop. Un deja vu lleno de cotidianeidad.

También, por supuesto, la frondosa imaginiería natural que inspira el disco en su conjunto. A lo largo de los trece temas desfilan sirenas, hipocampos, rutas, luces, caminos, mareas, jardines, volcanes, mares. Esta imaginería encuentra su anclaje en una música con sus propias cualidades cinéticas: música de paisajes (La Pampa, el mar, los vientos) que lleva consigo la idea intrínseca del Viaje.

Bonus
* Fuerza Natural
podría pensarse como el primer disco maduro de Cerati. Al menos es su registro menos acomplejado, el más fluido y despreocupado por su condición de "eterno moderno".

* Un disco que a su manera respira deseos de atemporalidad.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Discos: Pet grief (2006)

1
Si tus tonos son los grises y tus meses favoritos del año los que van de abril a septiembre, los suecos de The Radio Dept. serán parte de tu soundtrack vital.

2
Pet grief es su segundo álbum. Entre el debut (el recomendadísimo Lesser matters, 2003) y este presente, los suecos saltaron a la pantalla grande: podés escucharlos de fondo climático en varias escenas de Marie Antoniette, de su amiga Sofía Coppola.

3

Pero volviendo a Pet grief, se trata de uno de esos discos que poco a poco se van metiendo en la piel. Menos destacado a nivel compositivo que su lp debut, este segundo álbum muestra sin embargo otras virtudes: más prolijidad en el armado (a veces a punto de caer en cierta frialdad de cálculo, es cierto) y mejor manejo del recorrido general. Porque hay que decirlo: los Radio Dept. arman sus discos un poco a la antigua: se preocupan por el álbum como concepto, como viaje completo, con sus picos y descensos y su balance general.

4
Y hablando de viejas formas de hacer discos, yo escucho algo (bastante) de The Cure, aquí. Las capas de teclados, por ejemplo. El reposo sobre el que se construyen melodías, que a su vez delinean paisajes. Para muestra, basta escuchar el instrumental que abre Pet grief, It´s personal. También me parece escuchar algunos guiños a la tradición de grupos climáticos/ etéreos del sello 4AD y aledaños.

Por todo esto, tal vez los Radio Dept. no estén nominados para ser "la próxima gran cosa" ni propongan una gran revolución de las formas. Tal vez ni siquiera les interese. Su objetivo parece ser el convertirse en tu banda pop melancólica favorita. De esas que te guardás sólo para vos y tus auriculares en días grises.

El dato
En 2009 los suecos estarán editando su tercer lp, Clinging to a scheme. Labrador Records. Más info: www.theradiodept.com

martes, 15 de septiembre de 2009

Sobre John Zorn y demás (II)

Y era cuestión de seguir buceando, nomás.

Gracias a esta página con discografía comentada (la salvación para poder entrarle a esas discografías que por extensión o ignorancia propia, son literalmente inabordables) ahora merodeo alrededor de dos (nuevos para mí) discos de John Zorn. Curiosamente, dos discos del "quiet side" del neoyorkino. Para los que buscan su lado amable, antes que los ataques de furia y descontrol sonoro.


The Gift (Tzadik, 2001) es un disco delicado y paisajístico, aunque tampoco como para catalogarlo de easy listening (Discogs dixit). El paisaje es de palmeras, olas y...sinagogas. Porque en estos diez tracks, Zorn mezcla guitarras surf, estructura jazz, percusiones suaves y melodías judías.

Que delicia escuchar este Quiet surf (track 2) y dejarse llevar por su brisa suave. O entrar en la relajación casi zen de Train To Thiensan, con sus percusiones y ambientes que colman todo el audio. Hay otros terrenos más rycooderianos (demasiado rycooderianos para mi gusto) como Snake Catcher o La flor del barrio y piezas casi sacadas de un soundtrack hollywoodense de playa nocturna y cocktails (Mao´s moon). Incrédulo, adelanto los tracks para encontrar los clásicos estallidos zornianos que te hacen levantar del sillón a bajar el volumen, pero no.

Para esta grabación, Zorn se rodeó de Marc Ribot, en guitarras (un músico que deja demasiado de su sello, para mi gusto) la batería de Joey Baron y las percusiones superlativas de Cyro Baptista, entre otros músicos. Una obra inédita (por su relajación absoluta) en la discografía de Zorn.

Filmorks XIII- Invitation to suicide (Tzadic, 2002) es un disco fascinante, luminoso, lleno de música. Aquí suenan violines, bandoneones y finos arpegios de guitarras en un cocktail encantador. Tal vez su punto flojo radique en cierta imposibilidad para mantener el interés a nivel audio: la instrumentación se repite prácticamente sin cambios a lo largo de los 18 tracks.

Poco importa saber que se trata del soundtrack de la película de Loren Marsh del mismo nombre. Este Filmwork es de esos discos que se sostienen ahi solitos, por si mismos, flotando en un espacio indefinible de belleza.

Primos de sangre

Under the influences (Mike Ness, 1999)

Old No. 2 (Eddie Spaghetti, 2005)

Acá van dos discos/primos que van juntos en la discoteca. Para camisa leñadora, sombrero y chata Chevrolet C-10 en bar rutero.

El de Mike Ness cantó primero, es del ´99 y son trece temas, la mayoría de ellos covers de los artistas favoritos del ex Social Distortion (de Carl Perkins a Clash y Hank Williams). Mucho violín y acústicas. Gracias Astilla por la data.

El de Eddie S. (cantante y bajista de los Supersuckers) es un disco de alta rotación en el bar (en realidad, debería serlo en cualquier bar del planeta que se precie de tal). Un full record de country, rock y rythm & blues que nunca se cae.

Discos: Hombre Lobo (Eels, 2009)

1
Después de cuatro años de silencio (Blinking Lights and Other Revelations, 2005) Mark Everett y sus Eels vuelve con un disco de auténtico lo- fi y sudor valvular. Hace meses que tengo este Hombre Lobo en el incoming, reposando. Dejando que las canciones crezcan. Y crecieron.

Con ustedes, El Disco Bipolar del Año.

2
Y pocas veces estuvo tan justificada la esencia del lo-fi a un puñado de canciones que -de otra manera- perderían parte de su esencia. Así deben sonar: como si los parlantes estuvieran rotos o los woofers desconados. Su urgencia se vehiculiza en ese audio: canciones sacadas y arregladas con lo mínimo, como si fueran dejadas en su despojo, en su propio esqueleto. No fuckin´overdubs.

En este sentido, Hombre Lobo es todo lo natural que puede ser un disco a comienzos de esta década sobrecargada de estímulos e información, donde hasta lo "natural" puede ser producto de producciones más o menos sagaces. Imposturas por doquier.

3
Y estas "12 canciones sobre el deseo" se ordenan en ups and downs casi patológicos. Como los de su narrador, ni más ni menos. Es cierto, la bipolaridad emocional del disco puede llegar a irritar un poco (un tema arriba, el siguiente abajo para volver a subir y así) pero con las sucesivas oídas, la cosa fluye. Porque el poder magnético lo tienen las canciones.

4
Una temática común cohesiona las canciones: el Deseo (amoroso/ sexual) en sus distintas formas. Ya sea de un cuerpo nuevo (Fresh blood) o la añoranza de uno ya conocido, pero no por eso menos deseado. Los celos también están presentes, como revés del mismo tema. Es el caso de la triste y bonita The look you give that guy ("la manera en que mirás a ese chico/ así me gustaría que me miraras/ si yo fuera ese chico, nunca te dejaría ir").

En esa tensión entre fragilidad y descarga feroz radica el encanto de un disco adictivo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Revisitando a Pixies

1
Y una mañana volví a escuchar a los Pixies sin sentir ese hastío que tantas veces experimenté al revisitarlos durante estos años. Hastío: sensación de que al escuchar aquellas canciones que alguna vez fueron gloriosas para nuestra propia experiencia, ya no se desprende nada vital, nada con movimiento. Un recuerdo mimético, si se quiere. Un tic de lo que alguna vez fue excitante.

Pero hoy fue distinto. Puse Doolittle (dicho sea de paso, el disco Pixie que menos reescuché) y hasta me animo a decir que algunas canciones revivieron. Entonces fue inevitable hacer cuentas y repensar un poco en lo que significaron los muchachotes de Boston.

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Los Pixies fueron una banda de urgencias. Parecían venir a sacarnos de la modorra que proponía gran parte de la música alternativa de fines de los 80´s. Los arreglos- en Pixies- se agolpan y se adelantan a los compases (dinamitación de las dinámicas: primera gran enseñanza del cuarteto). Desarreglar el concepto de "arreglo". Ponerlos (a los arreglos) en otro lugar. Acelerar el trámite, liquidar la canción de nuevas formas y con nuevas armas. Porque no hay tiempo.

Urgencia e inventiva: estrategia punk/ post punk contra un estado del arte
, en el rock, adormecido, aletargado (comparen la explosividad de Pixies con sus contemporáneos del sello 4AD- Cocteau Twins, Dead Can Dance, Belly, etc- por ejemplo).

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Y es ese aspecto (el dinamismo sorpresivo) el que hacía explotar en nuestros tímpanos y en nuestro sistema nervioso central, la música de Pixies. Pocas veces sentí una excitación tal al escuchar un grupo nuevo: porque todo era nuevo con ellos (Talón de Aquiles: pasado el momento- sorpresa, todo comenzaba inevitablemente a perder excitación). Y así con los años.

Pregunta:¿alguien siguió escuchando a los Pixies durante toooooodos estos años? ¿Cómo se escucha con regularidad/ asiduidad a un grupo cuyo destino era explotar, en un único acto vital? Yo, al menos, nunca (ni siquiera hoy) volví a sentir la excitación de la primera vez que un amigo me puso a todo volumen "Debaser". O con los alaridos de Francis en "Rock music".

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Pero con Doolitle, encontré algunas canciones que pueden perdurar: Debaser está bien, es emotiva, además de la habitual capacidad shokeadora del grupo (encima, con el poder extra octanos que colocaban al comienzo de sus discos). Waves of mutilation es genial en sus riffs y coros y ¡me olvidaba! Here comes your man es una preciosa canción para cantar y subir el volumen ahí donde aúllan los coros, en la mid section de la canción. Perdida en el medio de esa avalancha de temas está la rocka que me hizo saltar y subir el volumen hasta la demencia: la genial Dead: golpes, golpes, mazazos, golpes, alaridos. En ese tema quizás esté la síntesis Pixie perfecta.

La edición en vinilo al menos daba un respiro para pasar al lado 2, con la country- punk Mr. Grives y su final bluseado que tanto nos sorprendía por entonces. Y ¡otra que me había olvidado!.. La la love you y sus silbiditos románticos, que siguen estando buenísimos. En esos momentos, los Pixies atisbaban la canción, la forma más redonda, en medio de la adrenalina.

(Disgresión. Pixies: "adrenalina", no "combustión". Eran lo anti- trance. Lo anti- clima. Eran estallido. Eyaculación ante- precoz. No tenian que calentar motores, ya salían a la cancha con el motor a pleno. Por eso sus discos eran para escuchar con amigos. Difíciles para la escucha solitaria o paisajística: ¡explotemos todos juntos!).

Siguiendo con los temas, siempre me encantó el pasaje instrumental final de No. 13 baby, que me hacía intuir que los Pixies también podían ser (un poquitito al menos) musicales. Dejar respirar las voces, los gritos, los aullidos (escuchen esas acústicas a medida que se van doblando y sumando, hasta el fade out del tema). Para el final llegaba el que para mí siempre fue uno de los mejores temas de ellos, Gouge away. Otro para subir el volumen hasta saturar.

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Hace muchos años que había tomado partido por Bossanova en la lucha por el primer puesto en el rubro "Mejor disco Pixie". Pero esta mañana lo dudé un poco (un poco nomás). Doolittle tiene más cosas descollantes, aunque es cierto, algunos temas medio berretas, o todavía lleno de caprichitos por llamar la atención. Bossanova es soberbio, avasallante y tiene más vuelo, con su maquillaje surf killer punk. Ojo, hay cosas de Trompe le Monde que también están bárbaras, aunque esa ya era otra historia: la frescura del grupo se había desdibujado un poco.

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Lo que me lleva a pensar -para terminar- en la cuestión derivativa. ¿En qué se hubieran convertido los Pixies de seguir juntos? ¿Se habría "perfeccionado" su fórmula? ¿Tenían acaso una fórmula por explotar, o eran más bien una amalgama de dinámicas/ secuencias que pronto perdió poder de fuego? ¿Fueron los discos de Black Francis la continuación natural de Pixies? ¿El grupo era él?

Si algo dejaron como regalo los Pixies, es un camino indicado para crear un rockandroll de delirio, ribetes punk/psicodélicos y desbordes de imaginación. Muy pocos recogieron el guante. ¿Alguna herencia Pixie por ahí?... ¿No? Bueno. Nada de esto importa demasiado ahora.

Por una mañana, al menos, volví a sentirme excitado por lo que un grupo de rock fue capaz de sacudir, al menos una vez.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Discos: Humbug (2009)

Humbug, tercer disco de los Arctic Monkeys, sorprende.

La dupla que abre fuego (My propeller/ Crying lightning) está más que bien, y sienta las bases de lo que será el resto del disco: un saludable redireccionamiento de la habitual energía del cuarteto de Sheffield hacia nuevos territorios.

¿Inyección de psicodelia? Tal vez. Se comenta que los púberes estuvieron escuchando mucho Hendrix antes de entrar a grabar, aunque acá las influencias parecen venir de otros lados. Por momentos yo escucho ecos de los Echo and The Bunnymen más retorcidos. También sobrevuelan los climas sombríos del proyecto paralelo de Alex Turner, The Last Shadow Puppets (de hecho, uno de los productores de Humbug es James Ford, el mismo de The age of understatement). El disco se grabó en NY, Los Angeles y en los estudios Rancho de la Luna, en el Desierto de Mojave.

Siguiendo con el tracklist, Dangerous animals extiende un poco más el fogonazo inicial. Secret doors empieza a bajar el timing y a darle forma a lo que el disco desarrollará con el correr de los minutos: más clima, más calma, más background ambiental detrás de las canciones, que ahora son menos golpeadoras y más venenosas.

Potion apprach
(ya estamos en mitad del disco) se parece más a cualquier tema de los dos primeros cds. Hay algo que siento como altamente saludable en estos cambios que proponen los Arctic: parecen haberse dado vuelta y rebelado contra cierto achatamiento de su fórmula. El disco suena a dientes apretados, pero mirando hacia adentro. Suena a "hagámonos fuertes acá entre nosotros, lo demás no importa".

Pero pasando la mitad del disco, la sensación que empieza a flotar, sin embargo, es que la producción de ambiente tapa un poco la falta de buenos temas, de esos que la rompían en los dos primeros discos. A la altura de Cornerstone ya casi están perdidas las esperanzas de que el disco vuelva a levantar a punto "bardo": los chicos se coparon con bajar el ritmo y trabajar climas más tranquilos. ¿Canciones? Bueno, no podríamos decir que los Arctic lleguen a eso. Otra cosa: en tempos bajos el grupo tal vez desnude su falta de poder compositivo real. Parecería que son mejores allá arriba, en la locura de arreglos y vértigo rockero.

Dance little liar muestra su garra después de tres minutos densos. Pretty visitors vuelve a levantar a "punto Monkeys" (Arctics, no confundir), pero no abandona esa insistencia en lo mórbido, en lo "todo mal" que respira el disco. El cierre es con The jeweller´s hands, con sus 5 minutos 42 segundos. Todo un dato para un grupo de ráfagas cortas.

* * *
Humbug demanda varias oídas. Es un disco retorcido, fumón, percusivo y cavernoso, que en varios momentos amenaza con hundirse de tanto maquillaje.

Parece un disco "hacia adentro": el disco de un grupo encerrado, tratándose de aislar del entorno y las adulaciones. Concentrados en lograr algo diferente. Una voz nueva.

martes, 8 de septiembre de 2009

Discos/ septiembre 09

Seeland, Tomorrow today (LOAF, 2009)
Seeland es un grupo formado en Birmingham a fines de 2004 por Tim Felton (otrora miembro de mis adorados Broadcast) y Billy Bainbridge, quien formó parte de los electrónicos Plone. Más adelante se les sumó el bajista Neil Mc Auley, para completar la formación de trío. Tomorrow today - su primer lp- es un pequeño disco de synth pop de cámara. Se cuela suave y sin altisonancias en los auriculares, un poco en el tono de un Erlend Øye con un poco más de pimienta y up tempos. Un disco de esos que si te agarran muy arriba te parecen aburridos, pero que ciertos días...pueden andar. (6/10)

God Help the Girl, God Help the Girl (Matador Records, 2009)
Para este proyecto, Stuart Murdoch- líder de Belle & Sebastian- puso un aviso en un diario pidiendo "chicas que canten, para proyecto otoñal y grabar disco". Las canciones giran (casi literariamente) alrededor del personaje de Eve, una chica que entre otras cosas cae en una crisis nerviosa, es internada en un psiquiátrico y tiene el sueño de escribir sus propias canciones. De entre más de 400 postulantes, finalmente las elegidas fueron Alex Klobouk, Celia García, Brittany Stallings y Catherine Ireton, en el rol de Eve. Aquí hay relecturas de temas de los B&S (The little frog, Act of the Apostle) y canciones nuevas para la ocasión. Aires de opereta sentimental y -como pedía Stuart- otoñal. (6/10)

Yacht, See mistery lights (DFA Records, 2009)
En sus mejores momentos, See mistery lights funciona como una especie de pulmón regenerador para los guiños (a esta altura un tanto remanidos) del sello DFA. Lo logra sólo por momentos, apuntando a una electrónica menos explosiva que la que caracteriza al sello. Cuando quieren sonar como LCD, en cambio, lo echan a perder. Yacht es un dúo formado por Jona Bechtolt y Claire L. Evans. El disco arranca bien, pero en el medio calca cosas que ya escuchamos (Rapture, LCD) y pierde interés (5.5/10).

lunes, 7 de septiembre de 2009

Love and Rockets y dos grandes discos















En un imaginario top five de bandas subvaluadas por la Historia Oficial del Rock, los Love and Rockets ocuparían un lugar destacado. Y es que muy pocas veces se habla de ellos con los laureles que se merecen, más allá de citarlos apenas como "los ex Bauhaus" (dicho sea de paso, una banda infinitamente menos interesante) o reduciéndolos a un grupo más de la generación dark. Uno de esos casos donde las etiquetas asfixian lo que hay dentro del envase.

Si bien la discografía del grupo de Daniel Ash, David J. y Kevin Haskins mantiene un gran nivel, dos álbumes destacan sobre el resto: Earth, sun, moon, de 1987, y el homónimo Love and Rockets, de 1989. Ambas, piezas de un art rock superior. Nunca superadas y únicas en su especie.

Earth, sun, moon (Beggars Banquet/ Big Time, 1987) podría definirse por su obsesión de combinar las texturas de lo acústico y lo eléctrico, en una performance que -se vuelque por una u otra densidad- nunca deja de mostrar ese filo caracterísico del grupo. 

Varias enseñanzas, en primer lugar, "ideológicas": el valor de la experimentacíón, sobre todo, pero también la sabiduría implícita en el hecho de poder deshojar la música hasta exhibirla sin complejos, bajo formas imaginativas e intimistas. Algo valorable en una banda siempre identificada con el volumen y el uso maximalista de la distorsión.

"Mirror people" es 100% Love and Rockets con su feedback- motosierra y sus sorprendentes arreglos y cortes. "The light" es pura lava corrosiva: uno de esos temas para reventar woofers e ir subiendo el volumen con cada compás, in crescendo hasta el éxtasis eléctrico.

"Welcome tomorrow" engaña: amaga con ser juguetona y simplota pero termina mostrando sus dientes con la entrada del bajo y la distorsión. En esa idea hay ingenio del bueno. Termina con una coda atmosférica y ambiental, en otra parte, muy lejos del comienzo.

"No new tale to tell" es de esos temas con cierto cierre "pop" de los Love and Rockets: un tema con una línea muy simple de estribillo, recordable, donde el grupo hace todo bien: arreglos y resolución incluídos.

Otro tándem de algo vuelo -y decididamente orientado a experimentar con lo acústico- llega con "Waiting for the flood", tonta y maravillosamente épica. Otro momento de reposada belleza llega con "Rainbird", uno de los puntos altos del disco. Aquí toda la magia está en los arreglos de la canción: mandolinas, bajos, soniditos aquí y allá. Un tema de inspiración rural, campestre, trabajado hasta el último detalle pero que sin embargo nunca pierde la frescura.

Sobre el final, "The telephone is empty" es envolvente y repetitiva, como un mantra aplicado en reversas, mientras que "Youth" es otra canción para tararear, una reflexión sobre la juventud, sobre querer todo y sobre la posibilidad de perderlo todo en el intento.

Love and Rockets (Beggars Banquet/ RCA, 1989) es la obra maestra de los L & R y una fija en un Top 50 de grandes discos de siempre, in exagerar.

Si en "Earth, sun, moon" la obsesión eran las mixturas y combinaciones entre lo acústico y lo electrificado, aquí se trata de ver cómo combina cualquier forma de música (léase: noise, acústica, pop, reposada o adrenalítica) con el silencio y el “ambiente”.

Pasado por un registro de picos sonoros, "Love and Rockets" registra todo tipo de olas y “momentos”, desde la electricidad magmática más pura hasta pasajes netamente Ambient. En el medio, toda la magia que un gran grupo de rock es capaz de crear. 

"*** (Jungle law)" abre el disco con un mantra chirriante y corrosivo, mientras que "No big deal" muestra el Love and Rockets más rocanrolero (en sus propios e inteligentes términos, claro). Aquí los ex Bauhaus muestran la que tal vez sea una de sus influencias mas notorias: The Cramps. Mucho feedback y base primal, al rescate de los pilares del rockandroll.

A continuación, todo el audio queda como suspendido con "The purest blue", un Ambient amenazado, nada relajado, ya que luego de un corte abrupto llega "Motorcycle", un tema para levantar el volumen y conducir a alta velocidad bajo efectos de descarga eléctrica masiva.  "I feel speed" funciona como coda, envolvente y mántrica, al tema anterior, desembocando en un mar de ruido blanco.

Un nuevo comienzo (las bondades de la diagramación de las obras en formato LP) llega con "Bound for hell", sabiamente ubicada como arranque del lado 2. Aquí los Love and Rockets son más Cramps que nunca, rockeando en un tempo de blues, con muchísimo feedback y sin bajo. Hay armónica, voz megafoneada y una perversión casi total del género. Un monumento a la electricidad acumulada por repetición.

Para descansar un poco los oídos de tanta descarga llega "The teardrop collector", uno de los highlights de este gran álbum. Una pieza acústica, con voces dobladas y chasquidos para llevar el ritmo. La resolución del tema, luego de un par de estrofas, es sencillamente genial: las guitarras se sueltan y Daniel Ash teje un solo far-west, casi eniomorriconiano, que va llevando el tema hacia su final. Como pudieron llegar a esto, no lo puedo entender.

Luego de un momento más "terrenal" con el hit "So alive" cualquier disco mediocre se hubiera quedado -hace rato- sin más recursos. Pero a éste todavía le quedan dos grandes momentos: "Rock and roll Babylon" es un experimento acústico de cámara sencillamente encantador, donde los L&V demuestran que pueden componer una canción hecha y derecha..

Para el final- final queda (todavía!) uno de nuestros momentos favoritos del álbum: la climática "No words no more". Todavía me estremezco cuando escucho esos silbidos hacia el final del tema, que dan pie a ese largo final con fade out, hasta desvanecerse. Too much.

sábado, 5 de septiembre de 2009

In ORBit

Este disco de The Orb es otro MUST a la hora de mi propio chill out de los sábados a la tarde. O "el día después" de haber pasado música. Cuando los oídos agradecen una música capaz de hacernos iniciar el suave descenso (o ascenso, en este caso) a un estado de placer y relax.

Me refiero a Orblivion (Polygram, 1997), un disco que escuché muchísimo con los años y que para mí tiene la envidiable cualidad de hacerte perder adentro. Uno no sabe nunca por dónde va ni cuánto falta, ni en qué tema está.

Un álbum algo perdido en la discografía de The Orb, ninguneado, tal vez, entre obras maestras como U.F. Orb (1992) o Pomme fritz (1994).

jueves, 3 de septiembre de 2009

Fear is a man´s best friend
















No puedo dejar de escuchar prácticamente nada de lo que hizo y grabó este señor galés.

Y al menos dos de sus discos están entre los mejores que escuché en 2009.
* * *

Standing waiting for a man to show
Wide eyed one eye fixed on the door
This waiting's killing me, it's wearing me down
Day in day out, my feet are burning holes in the ground
Darkness warmer than a bedroom floor
Want someone to hold me close forever more
I'm a sleeping dog, but you can't tell
When I'm on the prowl you'ld better run like hell

You know it makes sense, don't even think about it
Life and death are just things you do when you're bored
Say fear's a man's best friend
You add it up it brings you down

Home is living like a man on the run
Trails leading nowhere, where to my son?
We're already dead, just not yet in the ground
Take my helping hand
I'll show you around

You know it makes sense, don't even think about it
Life and death are just things you do when you're bored
Say fear's a man's best friend
You add it up it brings you down